Sociedad

La mitad de las parejas se rompen en cinco años con la llegada del primer hijo

Los estudios aseguran que el 50% de las parejas no sobreviven a los primeros 5 años de crianza

"Se da una reorganización familiar, de roles y de poder que pone patas arriba la relación", consideran

Según los expertos hay dos momentos clave que ponen a prueba la fortaleza de una pareja.

Según los expertos hay dos momentos clave que ponen a prueba la fortaleza de una pareja. / Archivo

Arturo Pola

Arturo Pola

Una inmensa mayoría de los especialistas aseguran que el conflicto es inevitable y necesario en cualquier relación de pareja. Incluso muchos aseguran que es sano. Unas desavenencias que suelen potenciarse cuando entran los niños por en medio. Es entonces cuando La situación se pone especialmente cuando los progenitores piensan y actúan de manera distinta. Tanto es así que los terapeutas advierten de un incremento considerable de visitas a sus consultas por discusiones relacionadas con los hijos

«El paso de ser dos a ser tres conlleva que toda la atención y las necesidades las requiere el bebé, por cuestión de supervivencia», explica Eva María González, responsable de psicólogos y sexólogos Zaragoza. «Se puede idealizar la maternidad y paternidad cuando la realidad es que conlleva muchos reajustes a nivel de pareja e individual», recalca. Hay estudios que aseguran que el 50% de las parejas no sobrevive a los cinco años del niño.

Según los expertos hay dos momentos clave que ponen a prueba la fortaleza de una pareja: los dos primeros años de vida del bebé y la adolescencia, donde asuntos como el uso del móvil, el rendimiento académico o las salidas nocturnas con los amigos pueden provocar auténticas guerras en casa, no solo con el hijo sino entre sus progenitores dado que cada uno tiene un punto de vista propio y una manera de actuar.

«Lo primero que ocurre y de manera obligada es una reordenación familiar, de roles y de poderes que ponen patas arriba la relación», explica el terapeuta de parejas Raúl Tristán, que, en su opinión, no cree que muchas veces el problema esté en los hijos, sino que los descendientes lo que hacen es sacar a la luz y visibilizar otras cuestiones que permanecían latentes. «Acaban subyaciendo problemas internos», considera. «Esa situación puede llegar a tal extremo de convertir los hijos en chivo expiatorio para tratar de explicar cosas que no tiene nada que ver con ellos», relata.

Motivos que pueden crear fricciones son muchos y, como se suele decir, cada persona y cada pareja es un mundo, pero Eva María González apunta varios que, en el día a día de su consulta, son los que más se encuentra: «Destacaría los reproches por quien realiza más o mejor las tareas desde la llegada del bebé y cómo quedará posteriormente la conciliación del trabajo de cada progenitor.

Debates por quien opta a realizar nuevos trabajos, posible reducción laboral, quien está dispuesto a renunciar más... y también disputas sobre la relación con las familias de origen del papá y la mamá», enumera. Otra de las bases de pareja que puede perderse es el intercambio de muestras de afecto en la pareja y la ausencia o notable reducción de las relaciones sexuales, un tema delicado tanto como para abordarlo como para solucionarlo

Por todo ello, el conocimiento entre los dos integrantes de la relación resulta clave. «Una pareja son dos personas, cada una con su biografía y su historia de aprendizaje. La visión de la realidad de un individuo incluye los valores de cada uno, su manera de vivir y su filosofía. Pero esto no sale a la luz hasta que no tenemos hijos», explica Raúl Tristán.

«Todo el mundo está seguro de que conoce perfectamente a su pareja hasta que ve cómo se comporta en un ámbito nuevo y en el que no domina, en el que está perdido o en el que no está preparado para sobrellevar», asegura el terapeuta. «La experiencia de los especialistas coinciden en que esa supuesta seguridad en cómo es su compañero de vida se torna en dudas y, en muchas ocasiones, en decepciones al descubrir actitudes no antes mostradas en la relación», asegura tajante el terapeuta de pareja.

Los estudios de Julie y John Gottman, dos reputados psicólogos estadounidenses que han pasado toda su vida profesional estudiando las relaciones amorosas, revelan que casi el 70% de los conflictos que tienen lugar en una pareja son irresolubles. Eso no implica sentenciar a muerte a la relación. «Tenemos que aprender a convivir con la diferencia y el desacuerdo, desarrollando habilidades de comunicación y negociación», dice Raúl Tristán.

Solución

Por ello, una vez que aparece el conflicto, hay que abordarlo. «Las parejas no solo desean solventar sus problemas relacionales de comunicación, afectividad, sexualidad, resolución de conflictos y manejo de discusiones, sino que es entonces cuando aparecen dificultades en torno a los hijos, relacionado con diferencias en el estilo educativo, en cómo debe ser la crianza de los hijos y en las expectativas que tenían cada uno de ellos», analiza Eva María González, que no duda en el reto y en el condicionante que supone la aparición de la descendencia para una pareja, pudiéndola poner en situaciones límite nunca antes alcanzadas.

Además, advierten los especialistas en terapias de este tipo, cada vez hay más parejas que acuden a consulta que no tienen hijos, pero que plantean conflictos acerca de ser padres: bien porque uno no desea tener hijos y el otro sí, porque tienen dudas o porque han realizado tratamientos de reproducción sin éxito que les han afectado psicológicamente. Y es que los hijos pueden dar quebraderos de cabeza incluso antes de ser concebidos.