RECONOCIMIENTO A LA HEREDERA EN LA COMUNIDAD

Leonor de Borbón: de Princesa a Cadete con el "cariño" de la tierra aragonesa

Leonor de Borbón y Ortiz llegó en agosto a la Academia General Militar (AGM) de Zaragoza y, a lo largo de los últimos diez meses, se ha presentado a la sociedad aragonesa con la veneración a la Virgen del Pilar, la jura de bandera y la recepción de las distinciones regionales

Leonor de Borbón: Princesa y Cadete

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Diez meses han sido suficientes para que la princesa Leonor se lleve y agradezca el «cariño» de la tierra aragonesa desde que aterrizara un caluroso 17 de agosto en la Academia General Militar (AGM) de Zaragoza. Lo hizo de la mano de su padre, el rey Felipe VI, como líder y referente de una dinastía, la de los Borbón, que ya encabezó años atrás su abuelo, el rey emérito Juan Carlos I. Quedaba por saber entonces si el paso de Leonor por la capital aragonesa forjaría un sentimiento de pertenencia, tal y como siempre ha llevado por bandera el Rey, sin ir más lejos, durante la jura de bandera de la propia Princesa de Asturias.

Ensalzó Felipe ese día el «cariño» de la «tierra zaragozana y aragonesa» y a ello aludió ayer la Princesa tras recibir la Medalla de Aragón en La Seo. «Hoy es un día especial porque el cariño de muchísimas personas de esta tierra queda reflejado en los reconocimientos con los que me distinguís (...) Mi padre lo vivió de un modo parecido hace casi 40 años y en estos días hemos hablado mucho de ello. Seguir sus pasos significa mucho para mí», confesó.

Sus palabras llegaron tras un inicio de etapa «con muchas ganas» junto a los 611 compañeros de la LXXXIII promoción del centro de enseñanza del Ejército de Tierra. A las pocas semanas fue reconocida con la imposición de la boina grancé como símbolo del nombramiento como Dama Cadete al superar el periodo de adaptación a la vida militar. Fue el mismo distintivo que ayer lució en la plaza del Pilar y que también vistió el 6 de octubre cuando se presentó ante la patrona de la Hispanidad.

Aquella fue la primera comparecencia pública de Leonor tras su ingreso en la Academia General Militar, más allá de ciertas salidas vespertinas y nocturnas por varias hamburgueserías y salas de baile zaragozanas. A la Basílica llegó acompañada de sus compañeros de promoción, eso sí, algo mermada al abandonar la vida militar unos 200 compañeros. También fue vitoreada y ovacionada antes de postrarse ante el camarín de la Virgen del Pilar.

El rey Felipe VI y la reina Letizia conversan en el primer día de Leonor en la Academia General Militar de Zaragoza.

El rey Felipe VI y la reina Letizia conversan en el primer día de Leonor en la Academia General Militar de Zaragoza. / JAIME GALINDO

Fue la antesala a la jura de bandera que protagonizó al día siguiente en presencia del rey Felipe VI, quien le recordó el símbolo de «unidad» y de «permanencia» que representa la Corona nacional. «Es un día que voy a recordar siempre por su significado hondo y especial. Y que me acompañará el resto de mi vida», escribió Leonor en el libro de la Academia. «Que este juramento que hoy tan solemnemente has prestado sirva para que hoy y mañana y en el futuro más lejano tengas conciencia clara de que tu misión –importante, difícil, pero admirable misión– es la de servir a los españoles y a España con todas tus fuerzas, con todo tu corazón», subrayó Felipe. Aquel día fue la primera en besar la rojigualda y en desfilar bajo el arco que formaban el sable y la bandera nacional.

El 31 de octubre alcanzó la mayoría de edad y se trasladó hasta el Congreso de los Diputados para jurar la Constitución. Desde entonces y hasta ahora no se ha podido desquitar de los entresijos protocolarios hasta que ayer se resarció a lo grande. Fue la primera vez en la que se pudo ver el lado más cercano y cariñoso de Leonor al darse un baño de masas, estrechar las manos con los asistentes, regalar eternas sonrisas y dejar estampas para la posteridad al acariciar a un bebé en manos de su madre antes de recibir la Medalla de Aragón en La Seo.

Allí se desquitó de lo comedida que fue en palabras a su llegada a la Academia y se desmelenó en un discurso de agradecimiento a la tierra aragonesa. «En Zaragoza, en Aragón, me he sentido en casa, acogida y acompañada en una tierra que siempre formará parte de mi vida», reconoció la Princesa. «Gracias, Zaragoza. Gracias, Aragón. Gracias a todos los que habéis hecho posible que en este tiempo me sienta una aragonesa más», finalizó. Pero quiso ser todavía más cercana y sorteó el discurso. «Una maña más», concluyó.

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