Obituario

Fernando Galtier: La europeización de nuestra historia del arte

Nos ha dejado uno de los investigadores más preclaros en Aragón, el más prestigioso especialista en arte altomedieval

Javier Hernández Ruiz

Javier Hernández Ruiz

La vida del investigador es como la de un ermitaño, fecunda pero discreta, gozosa pero silente. Nos ha dejado uno de los investigadores más preclaros en Aragón, el más prestigioso especialista en arte altomedieval. Fernando Galtier Martí nació en Jaca, la puerta de Europa, con un apellido francés y otro catalán. Todo eso debió marcar su vocación europeísta. Se formó en Francia, en el celebrado Centre d’Études Supérieures de Civilization Médiévale de la Universidad de Poitiers, en ese concepto de civilization de Braudel y la Escuela de los Anales que propiciaban una visión holística de una etapa histórica.

Con ese rico bagaje internacional arribó el joven Galtier a la universidad española agotándose la década de 1970. Sus primeras pesquisas fueron sobre la Ribagorza y el primer románico, el lombardo, que allí se cultivó. De ahí surgieron Ribagorza, condado independiente. Desde los orígenes hasta 1025. (1981) y, en colaboración con Esteban Lorente y García Guatas, El nacimiento del arte románico en Aragón (1982). Se presentaba en sociedad en Aragón un medievalismo que, más allá de los localismos, abrazaba una perspectiva europeísta, cosmopolita: esas primeras fábricas románicas se vinculaban a los magistri comacini que trajeron las trazas de Lombardía.

En su ejercicio docente en historia del arte medieval en la Universidad de Zaragoza, Galtier insistía en esa visión panorámica que solo podía hacer entender la complejidad de la Edad Media en el amplio paraguas conceptual de la civilización cristiana europea. Y eso, obviamente, valía también para la península Ibérica y para el viejo Reino de Aragón. Con esa convicción combatió Fernando muchos espantajos nacionalistas y localistas que han continuado hasta hoy deparando engendros como el románico riojano, segoviano u oscense basados en un concepto provincial que no existió hasta 1835. Su polémica con el mozarabismo del círculo larredense también va en esa línea.

La muerte de Galtier, propiciada por una larga y penosa enfermedad, no se me antoja casual. Llega en un momento en que esa perspectiva europeísta, racional e ilustrada que él abanderó está en horas bajas, asolada por los populismos, la seudodemocracia digital de las redes sociales y la trivilidad y el exhibicionismo imperantes. Esa visión modernizadora seguirá teniendo futuro y está en sus innumerables publicaciones. Todas exploran los misterios de ese alborear medieval, que no podía entenderse sin sus vínculos con lo tardorromano y que lo tenía fascinado; a ello entregó su vida recorriendo miles de kilómetros para llegar al más recóndito eremitorio, a las más desconocida abadía o fortaleza.

Tras explorar la impronta del primer románico en Aragón, Galtier abordó la interpretación de las imágenes sagradas en el arte medieval. Y en su última etapa, perteneciendo ya a una cofradía zaragozana, concretamente las de la Pasión de Cristo: Arte y fiesta en la celebración de la Semana Santa (2015) y Cofrades camino del cielo (2017). Seguro que desde su cielo medieval nos está mirando entre irónico, ligeramente burlón y comprensivo: nadie mejor que un medievalista para comprender las debilidades humanas. Genio y figura.