Cuando estábamos vivos "es una invitación a viajar al pasado, a viajar a la España y al Madrid de la segunda república a través de una historia de amor", explicó su autora Mercedes de Vega. Pero esta novela no surgió como un proyecto literario, sino que nació de "una reconstrucción familiar" en la que se embarcó Mercedes de Vega tras la muerte repentina de su padre. "La memoria es importante porque a través de esta novela he tratado de hablar de cosas reales que le han pasado en mi familia, por eso, la novela arranca en un proceso de investigación genealógica".

Lucía Oriol es una de las protagonistas de la historia, que actúa también como narradora. Esta mujer de noventa años relata la historia de su vida, de sus ocho últimos años en Madrid que transcurren desde 1928 y 1936. "Ella nos van a hacer un recorrido por la segunda república, por el Madrid de los años treinta de los grandes planes urbanísticos. Es una radiografía absoluta del Madrid republicano, de los años treinta y por extensión a España. De esa época convulsa y de grandes cambios, de esas reformas como la ley del divorcio".

En este contexto histórico se ubica una historia de amor entre Lucía Oriol y Francisco Anglada y por extensión, la de ambas familias. Lucía Oriol representa "las ganas de libertad y de ruptura con los cánones establecidos del Antiguo Régimen", que están personificados en los miembros de su familia. Por su parte, los Anglada, que proceden de Aragón, representan "la burguesía ilustrada" y son judíos conversos. "El judaísmo madrileño, el acercamiento filosefardita que tuvo Alfonso XIII y que luego continuó durante la república aparece en la historia".

FORJAR IDENTIDADES

La novela está "para forjar identidades", expresó Mercedes de Vega. Por ello, la historia le ha servido a la propia autora para indagar sobre su pasado familiar. "Mi padre murió de forma repentina y dejó un vacío en la familia. Tuvo una historia peculiar porque fue un niño de la guerra y fue criado en un orfanato. A raíz de su muerte, necesitaba conocer su pasado". Así que empezó a tirar del hilo en registros, partidas de nacimiento e incluso indagó en testimonios de personas que vivieron la época.

Fruto de esta investigación, la autora madrileña dio con dos pequeños datos, el de la muerte de su abuela en el Hospital Provincial de Madrid, que narra en el último capítulo de la novela; y el de tres personajes reales que ficciona en Cuando estábamos muertos, entre los que está Lucía Oriol.

FAMILIA E HISTORIA

Aunque este libro no es una novela histórica porque "lo histórico es un pretexto y un contexto que arrastra a los personajes", sí que tiene su relevancia porque, tal y como expresó la madrileña, "los españoles somos quienes somos por el pasado inmediato que hemos tenido". Así como es importante la familia, que consideró "la célula vital del cuerpo social".

El título del libro "remite a los que están muertos" y, de alguna manera, a todas las personas que le impulsaron a la autora a escribir este libro como su padre, su abuela y la propia Lucía Oriol.

Mercedes de Vega nutre esta historia de su propia vida y de las vidas de las familias que, según aseguró la novelista, "tienen argumentos súper potentes para narrarlos". Sin embargo, también se pueden encontrar en esta historia referencias de la generación del 98, ya que "tiene espíritu de Pío Baroja", de los modernistas y de la generación del 27, entre los que se encuentran Machado y Cernuda.

Esta novela está escrita "para ser leída en papel porque la escritura de este libro es bastante íntima, ya que es la confesión de una mujer", a lo largo de la cual el lector va a encontrar cartas y personajes que "el lector va a ver a través de sus ojos".