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Hijos de un país en llamas

Juan Gabriel Vásquez vuelve al género del cuento en ‘Canciones para el incendio’

Hijos de un país en llamas

Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) hace ya tiempo que intenta contar qué cantidad de pasado puede soportar un ser humano, cuánto de ese pasado conflictivo se configura como conciencia escindida por el abismo entre deseo y realidad y cómo ese pasado -que todo lo puede- encubre una fortísima voluntad de configurarse como dicotomía fuerte entre realidad y ficción. Es así que sus textos se convierten en una puja irresoluble entre hombre y mundo, atravesados ambos por los conflictos dramáticos de un pasado por venir.

Tras cinco novelas Vásquez vuelve al cuento con estas Canciones para el incendio, recordando aquel libro que lo marcaría como escritor, Los amantes de Todos los Santos, y con guiños más que evidentes a La forma de las ruinas. En su nuevo libro de cuentos vuelve a mostrar a un escritor fiel a sus obsesiones, que en estas canciones se configuran a través de la redundancia por mostrar a un narrador que el lector fácilmente puede asociar con su nombre, la alternancia constante entre memoria individual y colectiva, la preocupación por mostrar el pasado como el horizonte de posibilidad de todas las historias y, last but not least, la imposibilidad de vivir al margen de la violencia.

En El arte de la distorsión Vásquez escribió el ensayo El tiro en el concierto: política y novela en Colombia, donde se preguntaba cómo se enfrentan los novelistas colombianos a sus conflictos históricos para evitar «la monomanía, la intolerancia, el fanatismo».

HISTORIA RECIENTE

La respuesta tiene su correlato exacto aquí porque el terreno propicio de Canciones para el incendio es el de la ambigüedad con la que el narrador aguijonea la historia reciente de su país. O, dicho de otro modo, la voluntad por convocar unos recuerdos a los que el narrador les quiere imponer una coherencia ajena que la mayor de las veces tiene cuerpo de mujer, como en el deslumbrante Mujer en la orilla o en Las ranas.

El libro sitúa el poder omnívoro de la ficción como el veneno perfecto que inocula el peso fatal que la historia de Colombia provoca en unos personajes que luchan por conquistar una mínima porción de libertad entendida como dilema entre realidad y ficción: «Pero tal vez lo que sentía era esa sensación extraña, tan contemporánea, esa especie de cifra de nuestro tiempo asediado por las imágenes: la sensación, derivada de la incertidumbre, de que todo puede ser ficción o, lo que es peor, de que todo puede ser verdad».

SENTIDO AUTOBIOGRÁFICO

El continuado sentido autobiográfico del libro tiene un papel predominante en el Aeropuerto que ficcionaliza la experiencia de Vásquez al formar parte de una película de Roman Polanski como extra. Este cuento parece querer saber mostrar qué cicatrices retiene un rostro que ha visto el mal.

Pero si hay que elegir uno la elección es sencilla porque el que da título al libro es «la historia más triste» que el narrador ha conocido, pero, en realidad, no es «una historia, sino varias; o una historia con varios comienzos» protagonizada por otra mujer, Aurelia de León, que será puro recuerdo para «los hijos de este país incendiado».

CANCIONES PARA EL INCENDIO

Juan Gabriel Vásquez

Alfaguara

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