El Periódico de Aragón

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Guardando las distancias: una opinión poco formada

Lo realmente preocupante es no creer en la coparticipación y en la colaboración

Chanel, durante su actuación en Eurovisión. EFE

Normalmente tiendo a desconfiar de los éxitos a bocajarro, de las opiniones apresuradas y de todas aquellas sentencias que intentan dejar muy cerrada una opinión. Como comprenderán, tratar de sortear todas esas desconfianzas en un mundo como el que vivimos es bastante improbable pero se va intentando. No corren buenos tiempos para la templanza, el estudio, el trabajo callado de largo recorrido e incluso para la autorreflexión y la corrección de los errores. Tampoco en la cultura, no nos engañemos.

Hay artistas de largo recorrido a los que el éxito no les ha llegado de repente, pero parece que en este siglo XXI esos ya casi no interesan, hay que generar nuevos ídolos cuanto más rápido mejor y encumbrarlos a lo más alto incluso a costa de denigrar el trabajo de los demás. Algo así sucedió en el Benidorm Fest que tantos buenos réditos le dio a TVE. El público había decidido que su apuesta era la que tenía que salir y, por eso, no manejaba otra posibilidad que Rigoberta Bandini fuera la ganadora y representara a España a Eurovisión con ese himno feminista que ya ha recorrido España. Lo que pasó en esa final es de sobra conocido, el jurado pesó más y al final se decidió que Chanel fuera la elegida para representar al país.

La campaña en redes acusando de tongo a la organización y denigrando, las cosas como son, el trabajo de Chanel (que conste, que a mí no es que me apasionara entonces ni ahora la canción en sí pero esa es otra cuestión) porque, en su opinión, Rigoberta Bandini e incluso Tanxugueiras se merecían haber ganado el concurso.

Curiosa ironía con Chanel

Acaba de celebrarse Eurovisión, España ha concluido en tercera posición y otra vez resuena la acusación de tongo, en este caso contra la organizada del festival, la UER, por el vuelco que dio la clasificación con el voto del público. Curiosa ironía que los espectadores no eligieron a Chanel como su favorita y lo mismo parece que ha sucedido en Eurovisión.

Más allá de eso, lo que a mí me ha causado perplejidad es que muchas de las cuentas (que yo recordara) que consideraban inadmisible lo que había pasado en el Benidorm Fest, de repente, se han convertido en chanelistas poco menos que desde que nacieron. Hasta han aplaudido las declaraciones de Rigoberta Bandini que, con una exquisita elegancia, venían a decir que ella probablemente no hubiera conseguido el tercer puesto con su canción.

Total, que ya estamos en ese punto inicial, en la necesidad, la inmediatez de degradar el trabajo de alguien solo por el simple hecho de elevar el de otro. Pasa a menudo en todo lo que tiene que ver con la cultura que al de la lado se le ve como enemigo y no como amigo, que no se deja hueco a la reflexión y a abrir puertas que, en un futuro que no tiene que ser muy lejano, pueden redundar en el beneficio de todos y, sobre todo y por encima de todo, del sector.

El asunto de Eurovisión es, en realidad, un asunto menor elevado al máximo exponente por toda la repercusión mediática que arrastra. Lo realmente preocupante es todo ese sector medio y bajo medio que, en demasiadas ocasiones, no cree en la coparticipación y en la colaboración para crecer más de lo que nunca se podrá hacer en solitario. De verdad, que no estoy pensando en nadie concreto pero lo que sería una verdadera pena que en una comunidad como la nuestra donde el ecosistema cultural es de los más ricos de España (aunque falte el lado industrial) no se luciera en plenitud por esas luchas de egos y lo que es peor, por querer llegar ya sin darse cuenta que el camino es el tránsito hacia la perfección, si es que existe. 

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