El Periódico de Aragón

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FESTIVAL MÚVER

Crítica de Javier Losilla del concierto de Niño de Elche con Enigma: El embrujo de una noche de verano

La orquesta y el cantante salieron no airosos sino triunfantes de la aventura que se pudo ver el sábado en el Museo de Zaragoza

Niño de Elche firmó una rotunda actuación con Enigma.

No corretearon las hadas y los duendes el sábado por la noche en el hermoso patio del Museo de Zaragoza, donde se celebró un concierto (doble) del festival Música para el verano (Múver), del Gobierno de Aragón. Pero, ojo: sí hubo magia y duende. Así, el shakesperiano 'El sueño de una noche de verano' se transformó en gozoso embrujo crepuscular de estío. Y es que fue puro gozo escuchar a OCAZ Enigma, espléndida formación de cámara dirigida por el muy joven y muy ducho Asier Puga, y a Niño de Elche abordando la popular pero siempre excitante obra de Manuel de Falla 'El amor brujo'.

Concebida inicialmente para ballet, Falla creó la pieza para la bailaora y cantaora Pastora Imperio en 1915, con el subtítulo 'Gitanería en un acto y dos cuadros', aunque la remodeló en 15 ocasiones. María de la O Lejárraga (1874-1974) fue la autora del libreto (también escribió para otras composiciones del músico gaditano y para Joaquín Turina), aunque fue firmada, por prejuicios de la época, por su marido Gregorio Martínez Sierra.

La versión de 'El amor brujo' que escuchamos el sábado fue la más próxima a la primigenia que ideó Falla, y supuso (de ahí su valor añadido) el doble reto de que la OCAZ-Enigma sea, aunque buena conocedora del material que nos ocupa, una orquesta centrada principalmente en los parámetros experimentales de la música contemporánea, y de que Niño de Elche, flamenco, exflamenco, ravero, vanguardista y, principalmente indagador de las posibilidades de la voz en diferentes disciplinas y escenarios, se metiese a cantar en un jardín (otro más) generalmente transitado por intérpretes femeninas y, comparado con sus obras personales, con poco margen para la improvisación.

Niño de Elche (¡caramba con el niño!), voz y gesto, recitado y cante, técnica y corazón, nos dejó sin aliento en 'Canción de amor dolido'. Fue solo el comienzo

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Pero orquesta y cantante salieron no airosos sino triunfantes de la aventura. Enigma desplegó un vibrante equilibrio sonoro entre la luz y las sombras (el hechizo) que tan acertadamente describió Falla, apostó con acierto con la superposición de planos (técnica propia de la música contemporánea) y conjugó sin rupturas el ataque y el suave discurrir instrumentales. Acentuó los ecos de jota, pariente como saben de las alegrías, presentes en el Intermedio del primer cuadro, que Falla desarrolló posteriormente ya sin tapujos en 'El sombrero de tres picos', y ofreció un apoteósico final de la 'Introducción (El fuego fatuo)' del cuadro segundo.

Lástima que apuestas como estas no tengan más recorrido (sé que es caro y difícil mover el espectáculo por las españas) y sean fruto solo de una noche

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Y Niño de Elche (¡caramba con el niño!), voz y gesto, recitado y cante, técnica y corazón, nos dejó sin aliento en 'Canción de amor dolido'. Fue solo el comienzo. Su lectura de 'Romance del pescador' resultó un paradigma de la transformación. Más tarde, en la complicada 'Canción del fuego fatuo',  se mostró algo contenido, pero rompió la pana y los tejidos internos con la mestiza (por la mezcla de géneros) 'Conjuro' y con la 'Danza y canción de la bruja fingida'. Y de final ("Ya está despuntando el día / cantad campanas, cantad / que vuelve la gloria mía"). La gloria no se había ido, pero Niño de Elche y Enigma lo certificaron con un cierre de lujo.

El patio del Museo de Zaragoza acogió la intensa velada. GOBIERNO DE ARAGÓN

Primera parte con Maria Ostroukhova

La primera parte del programa estuvo dedicada a las canciones de 'Les Nuits d’Eté' (clara referencia al siempre referente Shakespeare), del romántico Hector Berlioz, interpretadas por la mezzosoprano ruso-británica Maria Ostroukhova con la ya mencionada OCZA-Enigma. Se trata de una colección de piezas hermosas, a las que puso letra el dramaturgo, novelista y muchas más cosas Théophile Gautier. La orquesta desendulzó con mimo el idealismo de Berlioz ofreciendo una interpretación ajustada y envolvente, y Maria Ostroukhova se manejó mejor en las piezas de recorrido más largo y tempo más moderado que en la más rápidas. Así, 'Villanelle', la primera de la tanda, y 'Lîle inconue', la última, no dieron la medida de la voz de la mezzosoprano, pero su estilo depurado y el color y control de sus cuerdas dieron magníficos resultados en 'Le espectre de la rose', 'Sur le lagunes', la espectacular 'Absence' ("Vuelve amada mía como una flor lejos del sol / la flor de mi vida está cerrada, lejos de tu sonrisa bermeja") y la complicada, por los cambios de dinámica, 'Au cimetière' (Claire de lune).

Gran velada, oiga. Lástima que apuestas como estas no tengan más recorrido (sé que es caro y difícil mover el espectáculo por las españas) y sean fruto solo de una noche; de verano, pero solo de una noche.

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