Crónica de un concierto suspendido: Atrapados en Huesca por el blues de Dylan

El sábado todo estuvo en contra, aunque, de haber parado la lluvia a tiempo se tenía previsto hasta la forma de drenar la arena de la plaza

La gente abandona la fila de la plaza de toros de Huesca una vez confirmada la suspensión del concierto.

La gente abandona la fila de la plaza de toros de Huesca una vez confirmada la suspensión del concierto. / EL PERIÓDICO

Javier Losilla

Javier Losilla

¿Qué probabilidades hay de que el 'Never Ending Tour' (la gira interminable que un día acabará) de Dylan vuelva a pasar por Huesca? Probablemente no muchas, dada la edad y los compromisos del bardo de Minnesota, aunque con Bob nunca se sabe. Pero, de momento, la suspensión el sábado de su concierto programado en la plaza de toros de la capital del Alto Aragón ha sido un mal sueño para la organización y especialmente para el público. Puede que los no dylanianos no compartan la decepción que supuso la cancelación del concierto, pero hay que ponerse en el lugar de quienes hicieron fila hasta el último momento, bajo la lluvia, confiando en que de un momento a otro iban a abrirse las puertas de la plaza.

La actuación de Dylan en Huesca, más allá de la confianza en poder disfrutar de la magia de un tipo cuya atracción escénica, cante lo que cante y lo cante como lo cante, es irresistible, revestía un notable componente emocional. No les revelaré detalles de por qué era así para algunas personas de la organización, pero es notorio que para los oscenses y los llegados de otras zonas de la comunidad suponía reencontrarse con el músico que dio en esa plaza de toros de Huesca su primer concierto en Aragón, el 6 de julio de 1993.

Un gozo místico

Treinta años más joven que ahora, Dylan tocó y cantó entonces con la silueta de la catedral al fondo, mostrando su infinito poder, facturó un concierto que llenó a los espectadores de gozo místico, como tras una visión. Rompiendo todas las previsiones actuó durante dos horas, cuando entonces el tiempo de sus conciertos no pasaba de 70 minutos. Incluso saludó, con una ligera inclinación de cabeza, otra novedad también entonces, cuando su costumbre esa salir al escenario, cumplir con el repertorio previsto y largarse sin dilación. Y eso, claro, no se olvida.

El sábado todo estuvo en contra, aunque, de haber parado la lluvia a tiempo se tenía previsto hasta la forma de drenar la arena de la plaza, que había acumulado varios centímetros de agua. La misma agua que arrasó el coqueto camerino preparado para Dylan al lado del escenario y la que tuvo al artista esperando en su autobús hasta que se anunció la suspensión definitiva del concierto, tal vez confiando, como los espectadores, en que escampase de una puñetera vez. Por cierto, antes de que las tormentas hiciesen su aparición el viejo y vitalista Bob subió al escenario y probó sonido, dejando todo listo para el encuentro con el público a las nueve y media de la noche. Ese que no llegó a producirse y que ha dejado en Huesca, en los oscenses y en los demás el amargo sabor de la ausencia. La lluvia nos dejó mojados y atrapados por el desánimo (el blues) del concierto que no pudo ser.