40 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CINEASTA ARAGONÉS

Buñuel, más vivo que nunca

Junto a la perspectiva de conjunto sobre su obra, la mayor aportación de estos 40 años transcurridos desde su muerte ha sido una importante traslación del eje que etiquetaba a Buñuel.

La carrera de Luis Buñuel empieza con ‘Un perro andaluz’.

La carrera de Luis Buñuel empieza con ‘Un perro andaluz’.

Agustín Sánchez Vidal

A los 40 años de su muerte Buñuel sigue vigente. No es tan habitual en el mundo del cine. Las películas envejecen mal. Y ese podría haber sido el destino de las suyas, debido a la accidentada trayectoria profesional. Su brillante debut en 1929 con 'Un perro andaluz' fue seguido de la prohibición hasta 1980 de su segundo título, 'La edad de oro' (1930), en ese bastión de las libertades que se suponía era Francia. No mucho mejor lo tuvo en España cuando en 1933 vino a rodar Las Hurdes, que también tuvo problemas con la censura. Y la historia se repitió en 1961 con 'Viridiana', que el franquismo dio por inexistente y sólo pudo exhibirse bajo pabellón de México. Pero también quisieron retirar de la circulación 'Los olvidados' (1950) en este país, al que había llegado desde los Estados Unidos barruntando la caza de brujas anticomunista.

Ahora bien, si por algo se caracterizaba el cine mexicano era por su peleona comercialidad, con géneros estereotipados y rodajes ultrarrápidos que podían reducirse hasta tres e incluso dos semanas. ¿Cómo, entonces, pudo sobrevivir e imponerse en ellos alguien que procedía de una de las vanguardias más minoritarias, el surrealismo? ¿Y cómo, a pesar de circunstancias tan adversas, logró abrirse paso hasta los circuitos internacionales y alzarse con los premios mayores en los festivales más exigentes? Porque estamos hablando de la única Palma de Oro alcanzada por España, con 'Viridiana'. Y otra de sus obras maestras, 'Los olvidados', sería reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Enhebrada por hilos como la libertad y el deseo

Es entonces, al afrontar estas preguntas, cuando se revelan las razones de su vigencia y que hoy sea un director admirado por cineastas de las más diversas generaciones o latitudes. Es ahora, con una obra accesible en su totalidad, cuando mejor se aprecia que toda ella está enhebrada por hilos conductores como la libertad y el deseo. Palabras que no por casualidad cierran los títulos de sus dos últimas películas, 'El fantasma de la libertad' (1974) y 'Ese oscuro objeto del deseo' (1977). Esas dos pulsiones pugnan por abrirse paso y al chocar contra las barreras sociales desvelan, como un radar, las interferencias de la moral, las convenciones y poderes establecidos. Es de ahí de donde surge su peculiar visión del mundo, sus temas capitales: la muerte, el sexo, la religión, las relaciones de los seres humanos con la sociedad y el modo en que esta reprime lo más incontaminado que hay en ellos.

Junto a esa perspectiva de conjunto sobre su obra, la mayor aportación de estos 40 años transcurridos desde su muerte ha sido una importante traslación del eje que etiquetaba a Buñuel. En muchos manuales seguía varado en el surrealismo y su etapa francesa. En la actualidad, sin negar esa evidencia, tenemos una visión más amplia y universal. Conocemos sus vínculos e influencias sobre el boom literario latinoamericano –García Márquez, Rulfo, Fuentes, Vargas Llosa, Cortázar– y el llamado Tercer Cine. Es decir, aquel que no acata Hollywood ni el cine de autor a la europea, sino que se atiene a unas circunstancias materialmente más precarias, sin renunciar por ello a sus ambiciones expresivas.

Es esa ampliación durante estas cuatro décadas lo que ha enriquecido el legado de Buñuel, más que la institucionalización instrumental de su figura, que no cuadra a alguien tan ajeno al oficialismo cultural. Porque no se trata de una receta o un cliché, sino de un itinerario, un proceso de búsquedas. Que aún continúa abierto. O sea, vivo.