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La crítica de Javier Losilla del concierto de Bad Gyal: El triunfo de un culo sin autotune

La artista catalana actuó el viernes en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza

Bad Gyal, el viernes en el Príncipe Felipe.

Bad Gyal, el viernes en el Príncipe Felipe.

Javier Losilla

Javier Losilla

Hay que remontarse hasta la escatología medieval para comprender, o cuando menos intentarlo, el fenómeno Bad Gyal, artista de la pista que el viernes, con menos público del esperado (4.000 personas oficialmente, pero poco más de 3.000 según otras fuentes cercanas a la organización) estrenó en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza su gira La Joia. Solo hay que echar un vistazo a las ilustraciones de los códices de la Edad Media y comprobar cómo se repite la imagen de hombres, bestias y demonios soplando trompetas con el culo. Probablemente tan dibujada costumbre respondiese a una forma carnavalesca de mofarse de lo establecido, de las prohibiciones eclesiásticas y de lo canónico en general. Luego, como saben, el arte y la literatura fueron dándole lustre al trasero a lo largo de los siglos, y así hasta Bad Gyal.

Sobre el escenario, la catalana hace rugir a sus jóvenes espectadores (muy maqueadas ellas; flequillo estirado hacia adelante formando una ola, ellos) más que por el interés intrínseco de las canciones o su ¿interpretación?, por los continuos, estudiados y se supone que eróticos movimientos de culo. ¿Performance? Parece ser que por ahí van los tiros; pues raramente recibimos disparos de otro frente. Súmese a eso, además, el hecho de que culo es vocablo recurrente en varias de las letras de sus temas. Gyal ha adquirido notoriedad y seguidores a golpe de autotune en ese subapartado que la industria del entretenimiento ha convenido en llamar música urbana latina. Aclaremos que en sus directos no lleva músicos sino música pregrabada (mal menor) y que en no pocas ocasiones la voz también viene ya también de serie, lo que le permite cantar encima o dejar de hacerlo según le convenga, pues ya hemos aclarado que el concepto de su espectáculo se sitúa muy lejos de lo convencional.

El caso es que al no necesitar cantar de corrido, bien podría dedicar su energía a bailar; pero no: culo por aquí, culo por allá, pero bailar (algo que sí hace, por ejemplo, su colega Lola Índigo), mayormente poco. Para eso lleva bailarines y bailarinas que más que danzar se pasean por el escenario atentos al meneíto de la diva, no vaya a ser que en una de estas sus posaderas salgan volando hacia los espectadores. El viernes, en su debut zaragozano con el disco que ha confeccionado con canciones ya editadas, la propuesta tuvo algunos fallos técnicos. Eso, sin contar una estructura de concierto carente de ritmo interno y de una continuidad medianamente resuelta.

Más aceptada que Las Vulpes

Así las cosas, Gyal fue lanzando las canciones en paquetes resumidos o completas. Sin obviar, por supuesto las voces de los artistas que le acompañan en las grabaciones originales (más acertadas en general que la de ella). Como complemento, fragmentos de vídeos para dar paso a temas que combinan lo repetitivo y plano con pelotazos de trap, reguetón y otras especias. La remezcla drum ‘n’ bass de Zorra, por ejemplo, resulta molona, y les confieso mi pecado: no pude resistirme a mover mis asentaderas con piezas como Sexy y Nueva York. Y hablando de zorras: parece que las actuales (además de Bad Gyal, Nebulosa, la pareja de talluditos que aspira a ir a Eurovisión, también tiene una canción con ese título) son más aceptadas que aquella de Las Vulpes (Me gusta ser una zorra) que a comienzos de los años 80 levantó gran polvareda en la España recién transitada a la democracia.

No sé si con esta crónica se habrán hecho una idea de por qué Bad Gyal es venerada por el público (una espectadora de Barcelona vino a decirme, más o menos, que aquí en Zaragoza somos un poco rancios y que por eso la muchacha no había llenado el Principe Felipe) y por los festivales que quieren hacerse los guays. Confío en que les haya servido para algo. Yo, además de, como les dije, bailar un par de piezas, saco esta conclusión: Gyal apenas canta y refuerza su carencia con la tecnología y unas letras provocadoras, pero sí parece claro, visto lo visto, que su culo no usa autotune. ¿Cómo se quedan?

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