MÚSICA

Crítica de Javier Losilla del concierto de Enigma: El sueño de la razón produce insomnio

Con 'Parade' (sin ballet) comenzó su concierto el grupo Enigma, reducido en esta ocasión a los pianistas Juan Carlos Segura y Takahiro Mita, titulado 'El retorno a la razón, ¡surrealismo!'

El Grupo Enigma en el Auditorio de Zaragoza.

El Grupo Enigma en el Auditorio de Zaragoza. / GRUPO ENIGMA

Javier Losilla

Javier Losilla

“¡Surrealistic!” Así calificó Apollinaire el ballet 'Parade', estrenado en el parisino teatro Le Chatelet, el 18 de mayo de 1917. Erick Satie, que para esa época se alejaba del impresionismo, escribió la música; Jean Cocteau creó la escenografía, Picasso pintó el telón y Leónide Massine coreografió el espectáculo. Satie, que había sido pianista en el Cabaret Le Chat Noir, compuso inicialmente la música para ser tocada en un piano a cuatro manos. Luego fue orquestada e incluyó ruedas de lotería, máquinas de escribir, disparos de pistola, sirenas… 

Con 'Parade' (sin ballet) comenzó su concierto el grupo Enigma, reducido en esta ocasión a los pianistas Juan Carlos Segura y Takahiro Mita, titulado 'El retorno a la razón, ¡surrealismo!'. 'Parade' es un gozo de pieza; un mosaico que reúne el sonido del París de la Belle Époque. La opereta, el cabaret, los aires circenses y el ragtime conforman un universo de arrebatadores ritmos sincopados. No tengo duda de que tres notas de 'Parade' (Mi, Sol, La), en ese orden y con el mismo tempo, fueron usadas por Kurt Weill en 'The Ballad of Mack the Knife' (1928) y artistas como Pascal Comelade, el mago de los pianos de juguete, debe no poco a esa creación de Satie. Segura y Takahiro, al alimón, la interpretaron con celebrada brillantez.

Fragmentos audiovisuales

En el programa no faltaron los elementos audiovisuales: un fragmento de una entrevista a André Breton realizada en 1961 por Radio Canadá, y la peliculita 'Le Retour à la raison' (1923), de Man Ray, un juego de luz, movimiento y fragmento, contrario a la búsqueda de sentido. También en ese retorno surrealista a la razón cupieron dos composiciones, grabadas, claro, de uno de los creadores de la llamada música concreta: Pier Schaeffer. Este caballero, que experimento sin pausa en un grupo de estudio creado en la radiotelevisión francesa (ORTF), entendió, con su colega Pierre Henri que la música era algo más que melodía, armonía y ritmo, y que podía componerse a partir de la manipulación de sonidos cotidianos. 'Estudio para locomotoras ('Imposé ou étude aux chemins de fer' (1948)' y 'Estudio para cacerolas (Pathétique ou étude aux casserole', 1948) dieron buena cuenta el lunes del ingenio de Schaeffer: una sinfonía de trenes y silbidos (probablemente influyó a Steve Reich para componer 'Different Trains') y una bacanal casi sexual de cacerolas, barcas de canal, piano, canto, discurso y armónica.

Pero no se vayan porque hay más: 'Music For Marcel Duchan' (1947), escritura sonora de John Cage para piano preparado (burletes, goma, perno), creada originalmente para la película de Hans Richter 'Sueños que el dinero puede comprar', armada con pocos (y atenuados) tonos, que Juan Carlos Segura facturó con exquisita precisión resaltando los ecos indonesios y, por supuesto, las resonancias. Resonancias y silencios también estuvieron muy presentes en 'Dream' (1948), igualmente de 'Cage', pieza pensada para una coreografía de Merce Cunningham, dibujada para una gama fija de tonos, que Takahiro Mita bordó en su evocadora magnitud.

La gran traca final

Y de cierre, la gran traca final: 'El buey sobre el tejado (Le beuf sur le toit, 1919)', der Darius Milhaud, impulsor del llamado Grupo de los Seis y amigo de Cocteau. Ese buey, nada cansado, al contrario que el de Los Van Van, es una composición alegre, politonal, repleta de cambios de tempo y ritmo e inspirada por músicas brasileñas, tango, milonga y música para cine mudo: una especie de rondó confeccionado por episodios musicales separados (o unidos) por un estribillo, una pegadiza melodía que vuelve una y otra vez. Aquí, de nuevo a cuatro manos, Segura y Mita echaron el resto. Tanto resto y magia, que los aplausos les obligaron a salir a saludar en varias ocasiones. ¡Bravo!

Suscríbete para seguir leyendo