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El asedio a la Ciudadela

El 17 de febrero del año 1814, las tropas napoleónicas que ocupaban la fortaleza de Jaca se rendían

Entrada de la Ciudadela de Jaca.

Entrada de la Ciudadela de Jaca. / EL PERIÓDICO

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Hoy, 17 de febrero, se cumple el 210 aniversario de la recuperación del control de la Ciudadela de Jaca o, como también se le conoce, el Castillo de San Pedro. Una de las fortalezas más impresionantes que existen del sistema constructivo y defensivo conocido como «traza a la italiana», y que además ha llegado hasta nuestros días en un gran estado de conservación. Esta efeméride suponía uno de los últimos coletazos en territorio aragonés de una Guerra de la Independencia o del Francés que, para el rey Fernando VII, ya había terminado, pero no así para el todavía gobierno constitucional de las Cortes españolas.

Una de las cuestiones más curiosas de ese asedio por parte de las tropas españolas al mando del militar navarro Francisco Espoz y Mina y que terminó ese ya lejano 17 de febrero de 1814, es que eran tropas francesas las que lo defendían. Una de esas ironías que a veces nos deja el devenir de la Historia, y es que esa fortaleza fue ideada precisamente para evitar invasiones francesas en aquella zona de la Jacetania cercana a la frontera con los vecinos del otro lado de los Pirineos.

La ciudadela comenzó a construirse por orden del rey Felipe II de Habsburgo a finales del siglo XVI, siendo encomendado su diseño al ingeniero de origen italiano Tiburcio Spannocchi. Aquella gran construcción tuvo dos motivaciones para el monarca. La primera, como acabo de comentar, era de índole defensiva para que, si un ejército francés penetraba en el territorio del por entonces reino de Aragón por el paso del Somport, al llegar al final de ese tramo del valle del río Aragón se encontraran con una gran fortaleza que frenara su avance. De hecho, si miramos en el mapa y «eliminamos» mentalmente todo lo que son los ensanches de Jaca y nos quedamos con lo que por entonces era esta ciudad amurallada, vemos perfectamente cómo la ciudadela se encontraba precisamente situada al noroeste, protegiendo un posible avance enemigo sobre la ciudad.

Benasque fue la última población aragonesa en manos francesas en la guerra.

Benasque fue la última población aragonesa en manos francesas en la guerra. / EL PERIÓDICO

La segunda motivación para construirla fueron los hechos ocurridos en el año 1591 en el reino aragonés, con esa rebelión contra la monarquía por los abusos que Felipe II llevaba décadas cometiendo contra las instituciones y los fueros del reino y que acabaron estallando por el caso de Antonio Pérez, el fugado exsecretario del rey que se había acogido a las leyes aragonesas. El punto caliente de aquella rebelión fue la ciudad de Zaragoza, donde el Justicia Mayor del reino, Juan de Lanuza V el Mozo, declaró las acciones del rey como contrafuero y llamó a las armas contra el mal gobierno. Aquella rebelión fue rápidamente sofocada por los tercios, pero ante la peligrosa situación que se había creado, Felipe II ordenó fortificar el palacio real de la Aljafería y construir la Ciudadela de Jaca también para evitar que Francia pudiera enviar tropas de ayuda ante una futurible y nueva rebelión de los aragoneses que nunca se llegó a producir a partir de entonces.

De modo que aquella fortaleza construida para evitar invasiones francesas, resulta que la única vez que ha sufrido un asedio eran precisamente los franceses los que estaban dentro defendiéndola. Esta fue tomada por las tropas napoleónicas el 21 de marzo de 1809, justo cuando se cumplía un mes de la capitulación de Zaragoza tras haber sufrido dos terribles asedios, y se convirtió en una pieza clave para la llegada de tropas de refuerzo y suministros desde Francia a través de la frontera. Mientras tanto, la guerra en España contra el ejército invasor fue evolucionando con el paso de los años hasta llegar a 1813, momento en el que el conflicto en España se hacía insostenible para un Napoleón que había conducido a su ejército a un enorme desastre al invadir Rusia.

El emperador francés quiso cerrar el frente español y negoció con Fernando VII, a quien seguía teniendo como prisionero en Francia, la devolución del trono español. Fernando aceptó en el Tratado de Valençay el 11 de diciembre de 1813. Sin embargo, para las Cortes españolas y el gobierno constitucional salido de las Cortes de Cádiz en 1812, el monarca ya no tenía la potestad de hacer y deshacer a su antojo, sino que cualquier decisión debía ser sancionada por unas Cortes que no aceptaban ese acuerdo de paz. Por eso la guerra continuó en territorio español y hubo guarniciones francesas en lugares como Jaca, liberada a mediados de febrero, así como en otros puntos, hasta que el 23 de abril se recuperó Benasque, el último pedazo de suelo aragonés ocupado por los napoleónicos en aquella terrible y destructiva guerra.

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