La intención de Gay y Nayim de darle otro aspecto al Zaragoza, de que sea un equipo dominador, que controle el balón, que maneje el ritmo y sea un equipo atractivo para el espectador, debe agradecerse por lo que supone en términos románticos. Sin embargo, encuentros y representaciones descorazonadoras como la de ayer en Vitoria les debería hacer reflexionar. Antes de pensar en un futuro en technicolor, urgiría que enviaran a sus hombres a un cursillo de verano acelerado en el que enseñen movimientos y aptitudes básicas del jugador de Primera División e inculquen un alto respeto por el trato al balón. Es cierto que lo de ayer fue solo una prueba, un entrenamiento de pretemporada, pero deja sospechas, ya en julio, de que esto no puede funcionar tal y como está pensado y conformado en estos momentos.

Como se esperaba, el Zaragoza tomó desde el primer minuto el dominio del partido, pero fue un control burdo, propiciado más por la manifiesta inferioridad del Alavés y su condición actual que por el fútbol que destilaba el equipo aragonés. Gay acorazó el centró del campio en el test de ayer, tercero de la pretemporada, con la inclusión de Ponzio en la banda derecha de la medular. Al otro lado quedó Lafita y arriba solo Uche, acompañado a ratos por Ander. Pero ni Gabi ni Edmilson lograron capitalizar el balón y la elección del técnico y su dibujo quedaron muy pronto en entredicho. Un esbozo hecho con trazo difuminado al que habrá que dar una forma nítida primero antes de pensar en los colores que lo engalanarán. En pocos minutos se pudo comprobar que el Zaragoza no está para muchos trotes. Su fútbol es grueso, no tiene intención ni profundidad. Ni gol.

Un equipo de Segunda B, no hay que olvidarlo, atornilló con muy poco las ideas de su gigante enemigo, ayer un grandullón de mente simple y movimientos torpes. Lo mejor, por decir algo, fueron las apariciones de Ander Herrera, al que la zaga local le permitió lo que nunca le dejarán en Primera. De sus botas salió la primera y mejor ocasión del tramo inicial para el Zaragoza que Uche no aprovechó. Tuvo otra el nigeriano que tiró fuera. En el minuto 25 Ponzio consumió todo el arsenal de oportunidades del conjunto de Gay en Mendizorroza con un disparo desde casi la línea medular que el guardameta ya se había comido pero que se marchó fuera. Nada más de este lado. Enfrente, el Alavés no solo creció como equipo sino que se envalentonó y fue capaz de sumar un puñado de llegadas.

La segunda parte comenzó con el clásico carrusel de cambios del estío. Aparecieron de entrada Pennant, que descongeló un punto el partido, y Marco Pérez, bullidor sin más. Junto a ellos, el debutante Leo Franco, que se estrenó con un susto morrocotudo en su portería incluso antes de tocar el balón. Poco tuvo que ver en el transcurso del juego, menos que decir. La rueda la siguieron más tarde Kevin, Edu García o Jorge López. El resultado no cambió. El mismo Zaragoza, tan plano, desesperante y zafio como antes pero con el punto de desesperación del que sabe que está rozando el ridículo. Lo salvó Braulio cuando el partido ya agonizaba, pero no evitó que el equipo se fuera sonrojado de Vitoria.