El Periódico de Aragón

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LA MONTAÑA EN ARAGÓN

La pasajera preciosidad del agüerro

Otoño guarda el placer de perderse en la calma de sendas que llegan a la profundidad de bosques en explosión de colores. Tres rutas diversas por las tres provincias aragonesas permiten vivir esta caduca experiencia con la familia

Conques mezcla bosque caduco de altura con especies de ribera. SERVICIO ESPECIAL

LA SELBA DE CONQUES | Un cuadro de belleza en el Valle de Benasque

Ordesa, Pineta, Añisclo, Pardina del Señor, Selva de Oza, Salenques, Betato... Innumerables opciones para contemplar la paleta de colores que la pérdida de la clorofila descompone en los bosques del Pirineo. La Magia de Huesca en otoño vive en el esplendor de una caducidad que hay que atrapar en unas semanas de explosión.

Nada desconocida es también la Selba de Conques, en el Valle de Benasque. Igual de válida que cualquiera de las anteriores o de otras no citadas, esta circular se extiende en doce kilómetros sin dificultad, aunque existe una versión más corta, preferible con niños, que desde las Casas de Conques nos dejan en la preciosa Ansils.

Eriste, o Grist en su patués original, supone la salida de una ruta. Tras cruzar el puente que antecede a su ‘lago’, se continúa por un camino, dejando a la izquierda el PR-HU 33, y bordear el embalse para darle la darle la espalda a nuestra derecha. Poco a poco, comienza una ligera subida que se hace llevadera gracias al espectáculo de fresnos, hayas, avellanos, sargueras, arces... una mezcla de tonalidades en toda su exuberancia otoñal.

Una chopera es la señal de que estamos cerca del paso rocoso del collado de Tuasa. El sendero se hace algo más costoso hasta distinguirse un prado abierto en el que se bifurca con la pista de Labert. Este encuentro es un alivio porque, pese a abandonar pronto su anchura para volver a un sendero, comienza un suave descenso. 

Los campos de siega se combinan con la Selba exuberante. Queda poco para el final. El cruce del barranco Fondo nos lleva a la fuente de Gardeta y a la cercana y curiosa Casa de Conques, con su pintoresca ermita. La conexión con la PR-HU 34 comunica que estamos cerca del retorno a Grist. 

LA CHOPERA DEL RÍO PANCRUDO | Un paseo para conocer una ribera ‘cabecera’

Los chopos indican la ubicación de agua. Cualquier niño listo lo sabe. Son un seguro de vida para el sediento. Los ‘cabeceros’ fueron fuente de ingresos para muchos pueblos ganaderos al sur de Aragón gracias a su trasmoche. Menos quedan y más salvajes por falta de poda, porque sus interminables ramas verticales han dejado de valer para la construcción como excelentes vigas de madera. Sin embargo, la belleza de su figura esbelta y el amarillento manto que deja su hojarasca invitan a una relajada excursión en estos meses del agüerro. 

Visitemos las orillas del río Pancrudo, aunque el Alto Alframbra, también en Teruel, es otra opción para descubrir esta especie de árbol de ribera, protegido como Bien de Interés Cultural Inmaterial. Hay distintas rutas, siempre familiares, sin desniveles, y que pueden consultarse en contacto con la Comarca del Jiloca.

Los árboles trasmochados permitían su uso para obtener vigas. SERVICIO ESPECIAL

La propuesta que planteamos desciende el río Pancrudo desde la chopera de San Miguel, accesible por la N-211. Desde el principio contemplamos los monumentales chopos. Se avanza por senderos paralelos a la carretera que va a Barrachina. El río curvea entre sotos y una lineal ribera con numerosos pájaros. El sendero es visible y cambia de orillas, pasando por un edificio que alberga una noria y, pronto, por Torre los negros. A sus afueras hallaremos primero un molino harinero y luego una curiosidad: el edificio de la antigua chocolatería.

En ningún momento los chopos nos dejan de acompañar, algunos con troncos de perímetro considerable, como los paisajes de yesos que añaden otro complemento a la excursión. Cruzad la desembocadura del río Godos para, o por el desdibujado sendero o por la carretera, llegar tras 8 kilómetros al final en Barrachina.  

EL HAYEDO DE LUESIA | Un tesoro escondido en un paisaje protegido

En Aragón se protegen cuatro paisajes por ley: San Juan de la Peña y Monte Oroel, los Pinares de Rodeno, las Fozes de Fago y Biniés y la Sierra de Santo Domingo. Nos quedamos en este último para proponer una excursión sencilla con un paseo por un hermoso hayedo, de los más septentrionales en Aragón que en esta época oculta el cielo en tonos pardos.

Una de las Cinco Villas, Luesia, esconde este magnífico bosque caduco. Tras alcanzar la localidad, hay que dirigirse al inicio de la ruta, circular, partiendo aún en coche desde la Iglesia de la Virgen del Puyal hasta el Refugio de L’Artica. Marcado, la salida nos dirige pronto a una fuente donde poder abastecerse del líquido vital.

La joya geológica del Puy Moné escolta al hayedo. SERVICIO ESPECIAL

Seguimos por un sendero botánico y, antes de conectar con una pista, se gira a la derecha y se pierde altura. Este descenso es cómodo y progresivo hasta que cruzamos hasta la ladera contraria del barranco Palangar. Cerca de este punto aparece, perenne, con todo su follaje verde, un tejo cuya grandiosidad le ha valido para ser catalogado como Árbol Monumental por el Gobierno de Aragón.

El descanso puede llegar en la próxima Fuente del Pueyo, más sabiendo que pronto comienza otra subida hasta el Puy Fonguera, vecino al precioso espectáculo geológico de Puy Moné, con el Pirineo jacetano de fondo.

Contemplad las vistas para, después, abrazar el sendero GR1 en un tramo que desciende hacia Ripas Altas y finaliza en el llamado Camino del Correo. Desde aquí y hasta el final se atraviesa el caprichoso hayedo que nos hace desembocar en el mismo espacio en el que comenzamos a andar hace ocho kilómetros y medio y unas tres horas de andada tranquilas.

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