El Periódico de Aragón

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BALONCESTO

La huella de Jimmy Wright en Huesca

Alberto Alocén y Luis Estiragués recuerdan a su compañero en el Peñas fallecido a los 63 años. «Se adaptó muy bien a la ciudad y al equipo, fue un impacto», recuerdan

Wright, en su primera etapa en el Peñas, en la campaña 83-84. | SERVICIO ESPECIAL

Un jugador completo, con potencia física, dominador en ambos lados de la cancha y un tipo afable aunque reservado, buen compañero, siempre pensando en el equipo. Así recuerdan Alberto Alocén y Luis Estiragués a su compañero en el Peñas Jimmy Wright, fallecido este lunes a los 63 años. Era 1983, el equipo oscense acababa de ascender, nacía la Liga ACB y en Huesca apareció James Leroy Wright, un ala-pívot de 2,05 metros. «Fue un impacto tremendo para la ciudad», recuerda Alocén.

«Nada más llegar nos fuimos a la concentración en el balneario de Panticosa. Allí no había ni pista de baloncesto, solo hacíamos la parte física. Jimmy me decía, ‘yo no correr, yo no atleta’. Nos bajamos antes de tiempo a entrenar a Huesca», rememora Alocén, añadiendo que tanto Wright como Freeman, los dos primeros extranjeros de la historia del Peñas, «se acoplaron muy bien tanto a la ciudad como al equipo». La experiencia previa de Wright en Argentina hizo que llegara al Altoaragón con conocimientos de castellano. «Lo entendía todo perfectamente y se hacía entender. Los tiempos muertos del equipo eran en castellano», rememora Estiragués

Wright vivía en Huesca, aunque cuando no entrenaban o no había partidos, los dos americanos bajaban en su coche a Zaragoza y se juntaban con los del CAI o con los compatriotas de la Base. «Ellos estaban muy bien en Huesca y se adaptaron rápido. En aquella época sí llamaba la atención que comían con Coca-Cola, por ejemplo», indica Luis Estiragués, que llegó al equipo en noviembre.

Jimmy Wright, a la izquierda, con su hijo Devin, en una imagen tomada en Oviedo. LA NUEVA ESPAÑA

Ambos coinciden en que mantuvieron una relación muy correcta como compañeros, que jamás puso un problema, que siempre estaba dispuesto a ayudar y a hacer lo que fuera por el equipo. Y tampoco discrepan en su recuerdo como jugador: un fuera de serie. «Era muy completo, jugaba de cuatro y el cinco era Pagés. Era muy móvil, tenía buen tiro, jugaba agresivo tanto en defensa como en ataque, tenía buenas piernas. Hizo una temporada magnífica en Huesca y por eso lo fichó el Breogán», relata Alocén.

«Tenía mucha calidad y nos dio consistencia al equipo, sobre todo ofensivamente. Aunque acabamos descendiendo, fue con diferencia el mejor jugador del equipo esa temporada, era nuestra referencia. No era muy alto pero sí muy fuerte, con gran capacidad de salto. No llegaba al nivel de Magee pero era de ese estilo. Jugaba los 40 minutos porque era imprescindible», explica Estiragués.

De los mejores

Lo corroboran sus números. En el Peñas de Huesca promedió 24,4 puntos, 9,9 rebotes, 0,2 asistencias y 18,4 de valoración. «Fue de los mejores anotadores y reboteadores de la Liga. No desmerecía a ningún americano de la competición, podría haber jugado en cualquier equipo grande», añade Estiragués.

La temporada no acabó bien porque, aunque el Peñas peleó hasta el último instante, perdió la categoría el partido definitivo por el descenso en Magariños. Wright se marchó al Breogán, donde se convirtió en una leyenda y donde tuvo a su hijo Devin, jugador de la Liga LEB durante muchos años que pasó por el equipo júnior del recién creado CAI Zaragoza en la temporada 2003-04.

El Peñas regresó inmediatamente a la ACB y, en 1986, volvió a reclutar a Wright para que formara pareja de extranjeros con Granger Hall. «Pero no se acopló, no jugó bien, su rendimiento no fue bueno, de hecho jugó muy pocos partidos, hubo algún problema extradeportivo que no recuerdo bien y la cuestión es que le cortaron y llegó Brian Jackson», relata Alocén. Jackson y Hall formaron la pareja más mítica y recordada de la historia del Peñas en la ACB. Esa segunda etapa duró nueve partidos en los que Wright volvió a firmar buenos números, 18,2 puntos, 6,8 rebotes y 9,7 de valoración. «Tengo un recuerdo entrañable de él y dejó muy buen recuerdo en Huesca», concluye Alocén. Un pedacito de la historia del Peñas se ha ido para siempre.

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