ENTREVISTA | Iván Vallejo Alpinista ecuatoriano que ha hollado los 14 ochomiles sin oxígeno suplementario

«Tenía una cuenta pendiente con el Aneto, es un pedazo de montaña»

Los ecuatorianos Topo Mena, Carla Pérez, Iván Vallejo y el anfitrión Jonatan García, en la cruz del Aneto.

Los ecuatorianos Topo Mena, Carla Pérez, Iván Vallejo y el anfitrión Jonatan García, en la cruz del Aneto. / JONATAN GARCÍA

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Ha pasado unos días en Benasque invitado por Jonatan García con Topo Mena y Carla Pérez. ¡Su primera vez en Pirineos!

Después de la pandemia me estoy dedicando a cumplir esas aventuras pendientes y una era venir al Pirineo y poner en mi lista al Aneto. Y más por la cara sur, por esa línea que ha abierto Jonatan García. Hicimos escalada deportiva, me divertí muchísimo. También subimos al pico Estós.

Para alguien que batió los catorce ochomiles sin oxígeno suplementario habrá sido pan comido.

Todas las montañas tienen su presencia, su fuerza, su porte. Porque el Aneto está a 3.404 metros, pero hay que tener en consideración desde donde subimos. Es un pedazo de montaña. Verla desde la parte baja es imponente. Suelo decir que cuando salgo a las montañas voy a mis catedrales particulares porque en ellas encuentras un momento de reflexión, realizas un viaje interior, de meditación. El Pirineo no ha sido una excepción. Particularmente cuando llegué al Estós, donde tienes 360º de montañas, ves la maravilla de la creación, tuve la misma conexión que en el Himalaya.

Juanito Oiarzabal, Edurne Pasabán, Iñaki Otxoa de Olza, Latorre, Txikón… En su vida se ha visto acompañado de la mejor generación de alpinistas españoles.

Tuve la suerte de haber escalado y hacer amistad con esta pléyade de montañeros. Ellos me hablaban del Pirineo y tenía esa cuenta pendiente. Aquí pensé en todos aquellos, le mandé fotos a Juanito y a Sebastián Álvaro y les conté que había cumplido un sueño.

Al Shisha Pangma ascendió con el ejeano Santiago Sagaste, fallecido en 2007 en el Dhaulagiri.

Mientras subía al Aneto, obligatoriamente pensé en Santiago. Un recuerdo bellísimo. Me impresionó que su gran sueño era subir la cara sur del Shisha Pangma, no porque fuera un ochomil, sino por la dificultad de esa vía. Esa filosofía me encantó, cómo mantuvo esa ilusión.

Fueron la última estirpe de los grandes aventureros. ¿Cómo ve la actual evolución comercial del himalayismo?

Estamos en otro ciclo. Nosotros fundamentábamos nuestras propuestas en el reto de superación como individuo insignificante ante una montaña que abruma por su inmensidad. Hoy creo que el himalayismo está dedicado a consumir la montaña. Se ha incrementado la competencia por ser el más rápido, el mejor, algo que siempre ha estado presente porque es intrínseco al humano. Ahora es distinto, no importan los medios, lo que importa es el fin. Quiero demostrar que soy el más rápido, que puedo subir los 14 en seis meses. ¿Cómo lo voy a subir? Todos con oxígeno, con un equipamiento previo y una logística extraordinaria para que haga el montaje porque lo que importa es el objetivo.

¿Se ha perdido el alma?

Yo sé lo que significa subir un ochomil sin oxigeno o subirlo currándotelo todo. En el año 2000 fuimos solo cinco personas al K2 y tuvimos que montar todas las cuerdas desde el campo 1 al 4. Fue una satisfacción porque es una montaña durísima. Ahora se ha convertido también en parte de esta oferta de Disneylandia, adonde van 250 personas, que por 65.000 dólares te resuelven todo con tanques de oxígenos, veinte sherpas que equipan toda la ruta y te suben a la cumbre. Ahora solo cuenta que subiste y no el cómo. Tiene que ver con la comunicación en la que vivimos. Antes había un teléfono satelital y llamabas a casa una vez a la semana. Ahora te puedes mandar un selfie en tiempo real desde el Cuello de Botella a 8.500 metros.

En las circunstancias actuales, ¿repetiría el reto de los catorce?

Lo volvería a hacer. Me gustaría hacer una ruta distinta en el Annapurna, en el Nanga Parbat, volver a la sur del Shisha Pangma o intentar un ochomil invernal. Ahora tengo 63 años, una operación de columna, pero me da alegría no haber perdido el entusiasmo, seguir notando esas mariposas en el estómago cuando escalo.

La reciente investigación de Eberhard Jurgalski le resta una de las cimas y transformado el listado de ochomilistas sin oxígeno. ¿Cómo se toma este estudio?

A mí no me han quitado el sueño porque basa su estudio en fotografías e imágenes y, como ha dicho Juanito, con ese tono tan vasco, qué sabe este señor alemán a qué cumbre llegué y dónde puse mis pies. Sería distinto si hubiera estado en la cima, en el camino y nos lo explicara. Lo que más me duele es por Messner. Es el crack de los cracks. Fue el primero al que se le ocurre subir el Everest sin oxigeno suplementario, el primero que se le ocurre subir ochomiles en estilo alpino, el primero que completa los catorce; es un ser humano fuera de serie. Le han arrebatado el Annapurna porque dicen que se quedó a tres metros de la cumbre cuando se atrevió a abrir una nueva línea por la cara noroeste en una cordada de dos junto a Hans Kammerlander. Una cosa impresionante. Hay que tener un poco de respeto a la valentía y huella que dejó el señor Messner.

¿Le dolió ver cómo ningún alpinista ayudara a un sherpa moribundo en el K2?

Eso no pasaba en mi tiempo, porque los que íbamos a la montaña éramos montañistas, deportistas. Los que van ahora, que me disculpen si se me enojan, pero no tengo un compromiso con ellos, son turistas. Si un turista paga 65.000 dólares, un buen precio, no va para decir ‘qué pena, voy a ser solidario’. En nuestro tiempo no pasaba, porque sí veías a un sherpa como un compañero. Ahora, en este proceso de ascensión turística ha pasado a ser tu peón y no tienes la misma empatía entre un hermano y un peón. ‘Qué pena que este se está muriendo, que se preocupe la agencia, porque yo tengo que llegar a la cima para hacerme una foto’. Es un tema muy fuerte de deshumanización.

Con doce años se dibujó a si mismo en la cima del Everest. ¿Qué le diría ahora a ese niño?

Abrazaría a ese niño y lo felicitaría por soñar en grande y al oído le diría que no dudase que con el compromiso, entusiasmo y disciplina iba a lograr su sueño.