Paul Krugman ganó el Nobel de Economía en octubre del 2008, tras la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers y en el agónico final de la presidencia George Bush. Pero este profesor de Economía Internacional de Princeton, antes de Yale y del famoso Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), ya era famoso. Próximo al neokeynesianismo, fue un refundador de la teoría del comercio internacional. Y además, desde el 1999, sus dos columnas semanales en el New York Times le han convertido en un comentarista de influencia porque sabe relacionar la mas rabiosa actualidad política con el análisis económico racional y académico.

Ahora publica en España su último libro Acabad con esta crisis ya! y no oculta su tendencia progresista. Su blog en el Times, y uno de sus mejores libros, se titula La Conciencia de un liberal. Y liberal, en su acepción americana, define a alguien que se siente próximo al ala izquierda del partido demócrata. Casi un socialdemócrata. Confiesa estar nervioso porque el presidente Barack Obama --al que apoya pero critica por haber hecho un plan contra la crisis demasiado moderado-- sólo tiene un 60% de posibilidades de ser reelegido.

Dos impresiones tras hablar con Krugman en Madrid. Una: es un agudo profesor que aplica el análisis económico al debate político y va mas allá de lo que hicieron hace ya décadas el keynesiano triunfante Paul Samuelson y su enemigo monetarista Milton Friedman en el Newsweek. Y Krugman respeta a Friedman, al que diferencia de conservadores mas dogmáticos como Robert Lucas, Nobel del 1995. Es más, afirma y demuestra hasta donde la economía es una ciencia, que la ortodoxia conservadora hace mas difícil la salida de la crisis.

Dos: es un economista americano que se interesa a fondo por Europa. Pero la lente americana --un presidente, un secretario del Tesoro, un banco central poderoso (la Reserva Federal)-- le marca. Un secretario del Tesoro para el dólar frente a diecisiete ministros de Economía para el euro en dos mercados de dimensiones similares.

Paul Krugman es radical. El problema mas grave de la economía española no es el déficit público. Claro que hay que corregir un déficit excesivo que tira al alza los tipos de interés. Pero priorizar sólo la lucha contra el déficit agravará la recesión. La clave es la pérdida de competitividad española frente a los países del Norte.

Si España no estuviera en el euro, la solución sería devaluar. Como devaluar es casi un suicidio, hay que recuperar competitividad frente a Alemania. ¿Cómo?. La devaluación interna (bajada de salarios y precios españoles) sería una opción. Pero una devaluación interna es desordenada, costosa socialmente y muy difícil de llevar a cabo.

Lo racional es que Alemania tolere una inflación mayor y que sus salarios suban mas. Así la industria española ganaría competitividad, exportaría mas y podría ir sustituyendo el vacío originado por el fin del boom inmobiliario, que ha reducido ingresos impositivos.

España no debe pedir a Alemania un cambio de política económica. Debe exigirlo. No se trata de que Alemania pague mas sino de que haga "concesiones intelectuales", afirma Krugman. Que deje de considerar que la deuda es "diabólica" y que el único culpable --a castigar-- es el deudor. Y que admita que un poco mas de inflación no es el fin del mundo. Sin oxígeno para los países deudores, el euro naufragará.

Convencer a Alemania. Algo pasó el jueves pasado en Bruselas con el frente Hollande-Monti-Rajoy. Pero hace falta mucho más. El BCE debe comprar masivamente deuda española y elevar el objetivo de inflación (para Alemania, no para España). El miércoles habría dicho que el euro tenía un 50% de posibilidades de fracasar. Ahora, tras la cumbre, Krugman cree que está algo mejor.

¿Y si Alemania sigue impasible al ademán? ¿Y si el BCE tiene menos competencias que la Reserva Federal por tratado fundacional y cambiarlo exige la laboriosa ratificación de 17 países y 17 parlamentos? Entonces, Paul Krugman no descarta la catástrofe. En la historia hay muchos ejemplos de desastres que ocurrieron pese a haberse podido evitar.