No era un sábado cualquiera. Un ambiente festivo se respiraba ya ayer por la ciudad de Zaragoza. El punto clave, a las 18.00 horas de la tarde, era el parque de Oriente. Su explanada era un hervidero de peñistas con un rumbo en mente: la Plaza del Pilar. A medida que pasaban los minutos la alegría, la música y las ganas de fiestas iban en aumento. La hora de partida se retrasó, pero alrededor de las 18.30 la comparsa puso rumbo al epicentro de estas Fiestas del Pilar 2011.

Todos esperaban el visto bueno de los cabecillas de la expedición, de los que marcaron el ritmo y el compás de todo el trayecto hacia el lugar en el que --horas más tarde-- se daría el pistoletazo de salida los fastos y celebraciones de la ciudad de Zaragoza. Cuatro caballos de la Policía de Zaragoza abrían el camino de una procesión que, conforme fue avanzando hasta el puente de Piedra se iba encontrando en su ruta con numerosos ciudadanos expectantes por ver las novedades que ofrecía en su recorrido el desfile de este año.

Su contenido, algo austero, no defraudó al respetable. Lejos de la vistosidad y de la variedad de años anteriores, siguiendo a los cuatro jinetes policiales, La Zaragozana aportó una carroza tirada por dos percherones. Sobre ella, un grupo que tocaba música jazz iba amenizando la tarde a las personas que, paulatinamente, se iban acercando a contemplar el pregón. La Zaragozana aportó también un coche antiguo que dotó de cierto colorido --dentro de la escasa variedad-- al grupo que se dirigía al epicentro festivo. Detrás de ese vehículo, la primera carroza. El ya clásico león de Zaragoza aportó espectacularidad a la comparsa y diversión para los más pequeños. Con la música por bandera, el león fue lo más original que se vio en todo el desfile. Además, fue precisamente la música uno de los motores de esa procesión. Con ella invitaban a bailar a todos los públicos y a enseñar a la ciudad que sus fiestas grandes comenzaban ayer. No era para menos, ya que otro de los vehículos que componía el desfile era un coche alargado compuesto por una banda melódica sentada en fila india.

Los más esperados

Como no podía ser menos detrás de la carroza del león desfilaron los personajes más significativos y más queridos de la ciudad. Los Gigantes y los Cabezudos hicieron las delicias de sus mejores seguidores --los pequeños de la casa-- y al son de los dulzaineros danzaron y encorrieron a más de uno. Eran los más esperados y en ningún momento dejaron bajo el listón para los que ya los estaban empezando a echar de menos. A rebufo de los Gigantes y los Cabezudos, los peñistas. Fueron la gran novedad de este año y ayudaron a dar otro toque diferente de color a una comparsa que, a causa de la austeridad económica, no pudo ofrecer más novedades que en su edición anterior.

Y así discurría el pregón hasta su punto más álgido. Cuando los jinetes alcanzaron el Puente de Piedra el gentío ya era considerable. Jaleado por las masas, el cortejo cruzó en volandas el río Ebro y al llegar al otro extremo del puente la plaza de la Seo era un auténtico hervidero. Pequeños, mayores y más mayores no quisieron perderse ni el más mínimo detalle del pregón de este año. Miraron con curiosidad a los jinetes. "¡El león!", comentaron otros muchos al ver la ya clásica carroza del Ayuntamiento de Zaragoza. Y, por supuesto, aplaudieron la presencia de Gigantes y Cabezudos. La corte no hubiera sido lo mismo sin su presencia.

Honores a la corte

Después, se disgregó. Los caballos fueron conducidos hacia Echegaray y Caballero donde dieron un descanso merecido a sus corceles. La misma ruta tomaron los vehículos de La Zaragozana. Gigantes y Cabezudos siguieron recto. Su objetivo era el ayuntamiento y allí fueron recibidos con honores y vitores. En agradecimiento, los Gigantes volvieron a danzar para deleitar, otra vez, al público que, poco a poco, se iba acumulando en la puerta del Ayuntamiento de Zaragoza. Tras el baile, se metieron en el edificio consistorial con los Cabezudos.

Por detrás, todas las peñas de la ciudad. Fueron el grupo más numeroso del desfile pregonero y los que empezaron a llenar --en abundancia-- la Plaza del Pilar. El público también les rindió honores, en este caso acompañándoles en la celebración, ya que fueron los encargados de dar un toque de alegría y vistosidad a un desfile marcado por la austeridad como consecuencia de la actual crisis que vive España y, por consiguiente, Zaragoza. Los peñistas ocuparon ese gran espacio.