Pese a que los espectáculos en la calle no necesitan de un telón que marque su inicio, sí son importantes los arranques. El pasacalles, un clásico ya del primer día de las Fiestas del Pilar, ha elegido a la comparsa de gigantes y cabezudos para que rompiera el hielo.

Mientras los primeros danzantes han abandonado el colegio Joaquín Costa, la escena en la calle también ha sido de mucho ritmo. No al compás de las bandas, sino a la carrera. Un único objetivo, encontrar el mejor hueco para ver la gran función, que se ha hecho más imposible con el paso del tiempo.

Lugares elevados, pequeñas calvas entre la muchedumbre o cualquier rincón con algo más de visión de lo normal valían a las familias que han abarrotado las calles. En nada se ha parecido el ambiente de la avenida César Augusto con lo que se puede observar un día cualquiera. Tan distinto era ese contextos que los únicos vehículos aparcados han sido los carritos de los más pequeños, protagonistas secundarios de la jornada.

Y así, entre carreras por el mejor sitio, niños aupados a hombros y curiosos que aprovechaban sus balcones para ver el desfile desde una perspectiva diferente, ha arrancado una de las actividades más especiales de todas las Fiestas del Pilar.

Variedad con gusto

Aunque el arranque oficial lo marcaba la comparsa de gigantes y cabezudos, la música ha sonado por delante de ellos. Cervezas Ambar y El Rincón han querido estar presentes en el desfile con un conjunto de vientos, en el caso de la cervecera, y con una potente batucada bajo el sello de la cadena de tiendas de frutos secos.

Las llamadas a los cabezudos no han dejado de sucederse, locos por intentar contestar a los niños más animados. Otros, los más pequeños, han preguntado a sus padres, tíos, abuelos y adultos acompañantes qué personaje era cada uno y por qué participaban. Porque este 2022 entrará en la vida de muchos como su primer pasacalles del Pilar: la pandemia, que paró la actividad cultural en la semana grande de Zaragoza durante dos años, ha hecho que fueran muchos los críos que por primera vez vieran la ciudad cortada por los espectáculos.

La música fue el hilo conductor de toda la función. Pese a que en algunos momentos se han mezclado los sonidos de los espectáculos, la calidad de todos ellos ha hecho que en pocos metros se haya podido disfrutar de grandes actuaciones. La percusión ha mandado, pero las guitarras y algunos sonidos más electrónicos también tuvieron su nota de importancia.

El Gran Dragón de K de Calle ha puesto los primeros sustos y ha mantenido los ojos abiertos de mayores y pequeños. Los compañeros de la enorme bestia no han dejado de saltar y danzar a su alrededor, incorporando al público al baile, en una tónica que han practicado todos los grupos participantes, convirtiendo el desfile en una actividad mucho más cercana.

Por su parte, Producciones Garbeo ha vuelto a representar a la familia Cataplín para jugar con todos. Estos aragoneses han allanado el camino de unos artistas, los valencianos de La Fam, que han recibido el calor del público por su arriesgada apuesta.

Cuatro lobos se han hecho con las calles y han bailado al ritmo de una batería que reinaba desde su imponente castillo. Esta representación de cuatro trabajadores de Wall Street ha conseguido que todo el público se pusiese a bailar.

Antes de que el cielo zaragozano se llenase de globos aerostáticos, aviones, avionetas, peces enormes y animales del fondo del mar, la gran estrella del pasacalles ha vuelto a hacerse con el centro de la capital aragonesa.

Porque sí que han habido dudas con los cabezudos, con algunos muñecos y con otros personajes, pero con el Tragachicos no. Es único y es, como la Ofrenda, el pregón o los conciertos, un símbolo de las Fiestas del Pilar. El icono al que muchos esperan durante todo el año y al que los más pequeños, como este sábado se ha podido ver, identifican con la gran celebración de Zaragoza.

Pasada la estrella del desfile, el nivel artístico no se ha resentido lo más mínimo. Con la variedad por bandera, los franceses de Génerik Vapeur han hecho suyo el centro con su particular ejército de hombres azules, que han armado escándalo gracias a sus barriles de metal.

Sus compatriotas, Remenue Menage, han puesto casi como cierre la sensual calma de los antiguos cabarés, en una bonita mezcla de música, baile y seducción.

Entre medias, Xarxa ha puesto el ojo en los animales, en la importancia del cuidado de la naturaleza, con un espectáculo que ha querido convencer de la importancia del respeto a la fauna. La Orquesta de las Esquinas, con su variado repertorio, y la batukada han sido las dos agrupaciones que han apostado todo a la música.

Un gran final

La paciencia es una virtud que los más pequeños de la casa siempre tardan en controlar. Por ello, tras el largo desfile de entretenimiento, música y diversión, el contraste con el calmado final ha puesto a más de uno nervioso.

Y eso que los bomberos, que han cerrado un año más la comitiva, han dado un buen broche de oro con música y acercándose a todos los presentes.

Tras ello, muchas peticiones de «quiero bajar» y alguna tímida de «quiero subir» han mostrado que los niños ya habían tenido suficiente magia, si es que existe un límite, por la tarde.

Una nueva carrera comenzaba: buscar un sitio para el pregón, buscar un bar para cenar o buscar una terraza en la que disfrutar de la buena tarde. Todo, eso sí, al mismo ritmo alto con el que se ha vivido el pasacalles.