FERIA DEL PILAR

Crítica de la séptima Feria del Pilar: Fusilito salva el honor del mítico hierro de Palha

Sánchez Vara se esconde habilidosamente pasando desapercibido, Octavio Chacón pasa a la enfermería y Borja Jiménez roza el triunfo

Fusilito, el toro más completo del lote de Palha ya lo cantó muy de primeras, planeaba muy por abajo al tomar el capote que le ofrecía Borja Jiménez.

Fusilito, el toro más completo del lote de Palha ya lo cantó muy de primeras, planeaba muy por abajo al tomar el capote que le ofrecía Borja Jiménez. / Ángel de Castro

Carmelo Moya

Carmelo Moya

En la séptima del abono pilarista en la plaza de toros de La Misericordia de Zaragoza se congregaron, en el día del Pilar, sólo los muy cafeteros. Aunque bien distribuidos, los espectadores que acudieron a la cita con la corrida portuguesa de Palha este jueves no ocuparon ni la mitad de los asientos disponibles.

Una vez se descompuso el cortejo se desató una ovación que podía aventurarse destinada a Borja Jiménez como reconocimiento por su reciente triunfo en la plaza de toros de Las Ventas en la feria de Otoño. Pero no. Eso sucedería más tarde.

Se trataba de una manifestación de adhesión a la gente de La resistencia, ese díscolo grupo de aficionados del tendido 4 que ha abanderado con rigor la fiscalización a la empresa durante toda la temporada y que ayer exhibió una pancarta con la inscripción: «Estamos hartos, desahucio ya».

Tal y como va la feria, el mensaje se antoja muy contenido, hasta comedido, delicado, en la frontera de amabilidad afectuosa, diríase. Porque motivos para endurecer el recado hay. Superada la frontera de los siete festejos, el balance contable es de una oreja para el novillero con picadores Tristán Barroso, otra para el matador de toros Tomás Rufo y tres –generosas– para el novillero sin picadores Roberto Martín.

Mientras tantos, se está viviendo un sindiós permanente en los corrales con presiones en todos los sentidos y repetidas situaciones límite, con trágalas inaceptables en medio de un ambiente irrespirable.

Todo apunta a que la mirada corta de la empresa ha puesto el foco en los festejos populares, exprimiendo al máximo sus posibilidades económicas tomando como excusa «lo de por la tarde» como si la corrida de toros fuera un espectáculo-soporte de las vacas y tal.

A eso podemos llegar. Este caminito... y al tiempo. La tan dispar corrida de Palha es un ejemplo más de esa estrategia del «más por menos». Están dejando morir la fecha –si no está ya dada por perdida– del día del Pilar.

Un galápago

Sánchez Vara aguardó una mole de 625 kilos a porta gayola como para comenzar muy por lo alto. Ese toraco que asomaba por encima de la cabeza del alcarreño se arrancó con estrépitoal relance en la suerte de varas y Sánchez se orientó ahí derivando todo el protagonismo. Poniéndolo largo, exhibiéndolo más mientras él se escondía en igual proporción.

No nos libró del tercio de banderillas, tan veloz como corriente, antes de desaparecer. Esa coraza de galápago, de superviviente de todas las batallas que tan bien ganada tiene quedó patente cuando la cosa estaba bien avanzada. Había pasado tan sigilosamente que apenas nos acordábamos de él.

Borja Jiménez fue a la batalla en su primer toro quedando la cosa en tablas

Mientras, el incólume gesto de Octavio Chacón –más serio que un congreso de notarios belgas – afloró en medio del barullo del tercio de varas de su primero, que derribó aparatosamente en varas. El toro colorado, lejos del aire típico de Palha, requirió de una acertada gestión de terrenos. Chación discutió con él con oficio y sobriedad. Fue cosa de bien torear más que de torear bonito. Respect.

El quinto, tan parado en seco desde los primeros compases de la faena de muleta, fue el antitoro de lidia. Rajado y cobardón, sólo se arrancó a la hora de cuadrarlo. El cabeceo alcanzó a Chacón por el abdomen siendo aparatosamente volteado. Pasó a la enfermía y no se advirtió cornada.

Mientras, el único toro de verdad, un Palha prototípico que arrastró al caballo de Tito Sandoval hasta casi los medios, le tocó en suerte a un Borja Jiménez recién aterrizado de Madrid en clave puerta grande. Y se notó.

Evidentemente sobrerrevolucionado (como otros toreros que han pasado por las manos de su apoderador, Julián Guerra) fue al toro con razón o sin ella. Sin probaturas. Escapando de esas cuchilladas que soltaba el toro al quedarse muy abajo. Fue riña muy emotiva que quedó en tablas. La petición de oreja no fue atendida.

El sexto fue la nada con sifón al hilo de las tablas y coronado con un bajonazo fulminante, sí.