Relaciones bilaterales

Lavrov aterriza en Pekín para abordar la cooperación en materia de seguridad y la guerra de Ucrania

A Washington le frustra lo que percibe como auxilio chino a Rusia tanto como a Moscú es probable que le frustre que Pekín no traduzca en algo tangible su solidaridad diplomática

El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y su homólogo chino, Wang Yi, durante su encuentro este lunes en Pekín.

El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y su homólogo chino, Wang Yi, durante su encuentro este lunes en Pekín. / MINISTERIO DE EXTERIORES DE RUSIA / AP

Adrián Foncillas

Despegó Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EEUU, y aterrizó Serguéi Lavrov, jefe de la diplomacia rusa. Pekín es el epicentro del frenesí diplomático a tres bandas que lidia con agravios comerciales y pleitos geopolíticos, sin previsibles resultados a la vista pero con un esperanzador diálogo.

De la visita de Lavrov no ha trascendido mucho. Estará en Pekín dos días y hablará con su homólogo chino, Wang Yi, de la "cooperación en el terreno internacional" y de los "asuntos calientes", según la eufemística definición del comunicado del Ministerio de Exteriores ruso. En la mesa están las tensiones en el Pacífico, el refuerzo de los vínculos de seguridad en plataformas como la Organización de Cooperación de Shanghái y, el asunto más caliente de todos, Ucrania.

A Washington le frustra lo que percibe como auxilio chino a Rusia tanto como a Moscú es probable que le frustre que Pekín no traduzca en algo tangible su solidaridad diplomática. Lavrov aplaudió en la víspera de su viaje el plan de paz chino para Ucrania. En sus 12 puntos caben las críticas: por ejemplo, que no distinga entre agresor y agredido. Pero también sus aciertos: por ejemplo, que contemple un alto el fuego inmediato. Su plan, al igual que el brasileño, fue desdeñado al unísono por Bruselas y Washington por vago y demasiado escorado hacia Moscú, mientras apoyaban el ucraniano, que exige la quimérica devolución de todos los territorios ocupados por Rusia y compensaciones por crímenes de guerra. Lavrov ha calificado como "razonable" el plan que la "gran civilización china ha propuesto para el debate" y negado la vaguedad achacada. "Está bien estructurado, va desde lo general a lo específico", ha sentenciado. Lo más relevante, ha aclarado, es que "está basado en los análisis de las razones de lo que está pasando y la necesidad de erradicarlas". Esas razones son aquellas menciones a la expansión de la OTAN sobre las fronteras rusas que China ve similar al hostigamiento de Washington en el Pacífico, su patio trasero, con decenas de bases militares y alianzas de Defensa.

Visita de Putin

De esta visita se espera que prepare la del presidente ruso, Vladímir Putin, a Pekín en el próximo mes. Son admirables los equilibrios diplomáticos chinos. Apenas una semana atrás charlaron por teléfono Xi Jinping y Putin y en las próximas semanas se espera en la capital a Antony Blinken, secretario de Estado estadounidense. Acaba de concluir sus cuatro días de visita Yellen tras lidiar con mano izquierda con el saco de reclamaciones comerciales. Sólo mostró sus uñas cuando aludió a Rusia: sufrirán consecuencias serias las empresas chinas que presten apoyo material a Moscú en la guerra. No concretó las empresas ni las consecuencias pero el mensaje llegó claro.

El papel de China en la guerra separa a Pekín y Washington. La primera reivindica su equidistancia y su denuedo en pos de la paz mientras la segunda la acusa de sufragar las facturas rusas con su comercio bilateral. "China sostiene la economía bélica rusa", dijo esta semana Jens Stoltenberg, director de la OTAN. Lo cierto es que Pekín no ha enviado ni una cantimplora a las tropas rusas en más de dos años pero varias empresas chinas ya han sido sancionadas por Estados Unidos. Es la lógica de las sanciones occidentales a Rusia y los aranceles estadounidenses y sus barreras a las exportaciones tecnológicas a China las que explican la deriva: el comercio bilateral sinoruso creció este año un 26,3% mientras el sinoestadounidense cayó un 11,6 %, según los datos de aduanas chinas.