Que la automatización será sinónimo de destrucción de multitud de puestos de trabajo no es ninguna novedad y genera un consenso prácticamente unánime entre los expertos. El principal enigma que actualmente ocupa a muchos de ellos es intentar descifrar cómo será el empleo que sobreviva, cómo será el nuevo que se cree y qué tipo de profesionales necesitará. «Uno podría pensar que el trabajador del futuro es una persona programando o instalando robots, pero ese no es el único perfil, habrá varios. Quien va a ganar con el cambio tecnológico serán aquellos cuyas habilidades estén asociadas a lo que llamamos intelecto humano. Algo que en un futuro será muy difícil de reproducir por las máquinas», afirma el economista Miguel Hidalgo.

El trabajador del futuro será, por lo tanto, aquel que mejor pueda relacionarse y ser «complementado» por las máquinas para aumentar su productividad. Así lo describe Hidalgo en su nuevo libro, El empleo del futuro (Editorial Deusto). «También será un profesional que va a trabajar con otras personas», añade. Por otro lado, los perdedores de este cambio tecnológico serán aquellos con una menor formación, poco cualificados y empleados en tareas «repetitivas».

La OCDE ya alertó en el 2016 de los riesgos de la automatización, pues esta no afectará a todos los oficios o sectores por igual. En España, según el informe El riesgo de la automatización de los trabajos en los países de la OCDE, la proporción de empleos que desaparecerán en un futuro cercano fruto de la automatización de determinados procesos será del 12%, menor que en Francia (9%) o EEUU (9%), aunque igual que Alemania.

No obstante, el contexto de cada país define la necesidad, pero también los incentivos del cambio tecnológico. Las altas tasas de paro estructural en España, es decir, la abundancia de cierta mano de obra, puede ser una tentación envenenada. «Las empresas tienen incentivos para acabar abaratando sus costes y conseguir una ventaja comparativa por la vía de la devaluación de salarios. Ello se traduce en que la economía española puede tender y, en parte, está tendiendo a especializarse en sectores con alta necesidad de mano de obra no cualificada, como hostelería o turismo», explica Hidalgo.

El sindicato UGT también alerta en esta línea y, en un reciente estudio, alerta de los efectos que la automatización ya está teniendo en las capas medias de la población. El 13,5% de empleos con habilidades intermedias se han destruido durante la última década en España, algo que vinculan directamente con la automatización. Es decir, quienes sobrevivirán al cambio serán o los pocos formados o los muy formados. UGT apuesta más bien por los segundos: en el 2030, cuatro de cada cinco nuevos empleos exigirán un alto nivel de cualificación.

La brecha entre empleados cualificados y no cualificados que puede abrir el cambio tecnológico cohabita con otras potenciales brechas. Los expertos apuntan que los oficios de corte más tecnológico tendrán más oportunidades que los humanísticos, aunque las empresas empiecen a incorporar perfiles de este tipo. UGT pronostica para ellos una mayor vulnerabilidad ante la sobrecualificación.

Estos factores tienen sus consecuencias a nivel de género. «La tecnología puede favorecer la conciliación, lo que al final redunda en una mayor igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, a pesar de que va a haber demanda de todo tipo de empleos, los empleos IT van a ser los mejor remunerados. Y aquí, actualmente, la mayoría son hombres», reflexiona el autor. Según los cálculos de un reciente estudio del FMI, a nivel mundial el 11% de las mujeres están en riesgo de perder su empleo por la automatización, dos décimas por encima que los hombres.