LOTERÍAS NAVIDAD 2023

Cuando la suerte te gira la cara: 36 décimos y quedarse sin el Gordo de Conde Aranda

Una mujer se lamenta a las puertas de una administración zaragozana donde se han vendido diez décimos en ventanilla

La mujer que llevaba 36 décimos, la mayor parte de ellos comprados en la administración de Conde Aranda que ha repartido una serie del Gordo.

La mujer que llevaba 36 décimos, la mayor parte de ellos comprados en la administración de Conde Aranda que ha repartido una serie del Gordo. / ANDREEA VORNICU

El Periódico de Aragón

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No sé conoce todavía la identidad los agraciados con los décimos del premio Gordo en la administración La Buena Estrella, pero las caras largas de los desafortunados que pasaron de largo por el local de la calle Conde Aranda sí desfilan por la puerta. "¿A ti tampoco te ha tocado? Manda narices viviendo justo encima", le espetaba un hombre en chandal a un vecino de este barrio obrero de Zaragoza.

Mala es la suerte de los que no compraron; peor la de aquellos que arramblaron con toda la administración y se han quedado sin el décimo premiado, ese 88008 con el que Ambra va a soñar las próximas cien noches. "¡Llevo 36 décimos! ¿Pero cómo puede ser que no me lo haya llevado? Si cogí toda la serie de números...", lamentaba la mujer. "Calla, que no los llevo todos aquí... Igual aparece por casa", comentaba la mujer antes de empezar a pedir números para el Sorteo del Niño mientras en la administración descorchaban el champán.

Tampoco llevaba el décimo premiado la responsable del local, Marta Pareja, una joven que regenta desde hace cuatro años la administrción. "Es la primera vez que repartimos el Gordo. Esperemos que sea la primera de muchas", decía la lotera. Han vendido diez décimos. ¿Cuánto es? “Mucho dinero”, afirma Marta Pareja, que lleva seis años como lotera (desde los 26). “Es una locura”, asegura, añadiendo que se han vendido en ventanilla, aunque “no sé cuando, si en julio o septiembre”. Ni siquiera le ha dado tiempo a desconchar el champán porque “desde que ha salido el premio no hemos hecho otra cosa que recibir llamadas”. Es una “emoción” tremenda, una “maravilla”, el sueño de cualquier lotero. “Ahora ya puedo decir que he vendido El Gordo”, dice con emoción esta joven.

A la hora de comer, la lotera brindaba con su tía y un vecino octogenario y cliente habitual.