«A la gente joven esto no le gusta, pero no hay mejor medicina». Manolo y Clotilde son dos de los siete vecinos que todavía pasan todo el año en Nombrevilla. Este pueblo de la comarca del Campo de Daroca figura en la lista de los menos poblados de Aragón. Los datos oficiales dicen que son 32 vecinos, pero no es así en la realidad. Los inviernos son duros y la agricultura, principal actividad económica, ya no requiere una presencia constante en la localidad.

La perspectiva demográfica es negativa, pero no es momento de tirar la toalla. El alcalde, José Lafuente, recuerda que en los años cincuenta el pueblo estaba prácticamente en ruinas. Y que poco a poco, a pesar de la falta de población, se han recuperado plazas, calles y espacios de convivencia. «Como estamos cerca de Daroca viene bastante gente aunque solo sea a pasar el fin de semana», reconoce. Entre sus prioridades está la de tratar de impulsar el turismo y de de lograr que se instalen más familias. Es complicado. De hecho, los hijos de los pocos residentes han emigrado a ciudades más grandes y no muestran interés en volver.

Manolo y Clotilde recuerdan que en los meses de verano, cuando salen a la fresca, encuentran más gente por las calles. Ahora en invierno no es tan sencillo. «Hace falta un impulso para que venga gente joven, ahora con la crisis se podrían recuperar algunos oficios», explica Manolo, que fue maestro de escuela y ha decidido pasar la jubilación en el pueblo de su mujer. Incansable conservador de la cultura local, reconoce que con poco se puede hacer mucho para mantener el patrimonio y la historia de estos lugares. «El que no arregla la gotera, arregla la casa entera», advierte.

Juan Antonio Castillo regresa a su pueblo desde Zaragoza todos los fines de semana. Allí le espera su perra Blanca - «es muy buena para entrar en los zarzales»- y algunos frutales. «Me fui con 23 años a trabajar a una fundición porque aquí no tenía trabajo», recuerda. Mantiene que es necesario conservar el contacto para que el pueblo siga vivo. «Tenemos que seguir empadronados para que no desaparezca», reconoce.

Lafuente pide atención institucional para seguir a flote y poder desarrollar proyectos. «Es una lástima que todo esto se pierda con lo bien que se vive en los pueblos», explica.