La zaragozana Elisa Bascón, de 30 años, llegó a Barcelona hace once para estudiar Escultura y Diseño, y bien pronto le llamó la atención el diseño del llamado panot de Barcelona, unas baldosas con diseño de flor que comenzó a replicar. Hoy tiene como afición repartir las baldosas que crea por distintas ciudades del mundo, que recoge en su cuenta de Instragram (floor_bcn).

Según explica, aunque en teoría lo que hace es arte callejero, ella se lo toma más como «una afición, una forma de expresarme y pasármelo bien». El diseño del panot y y la afición por las baldosas le llegó al año siguiente de su llegada a la capital catalana. «Lo decidí en el 2010, el último año de mi grado superior en Escultura. Teníamos que hacer un proyecto final y elegí esto. Me gustó tanto que lo convertí en pasatiempo y durante estos años he seguido creando», explica. Como diseño escogió la flor que la había cautivado desde la ciudad. «Me pareció interesante el concepto de las flores sobre el cemento: parece chocante, pero decorativamente queda muy bien», afirma.

Su afición se ha convertido en una forma de expresión inusual, pero en la que se ha sentido más cómoda que en otras más habituales. «Cuando estudiaba, la gente me decía que a través del arte ellos intentaban expresar algo íntimo. A mí, en cambio, no me salía hacer esculturas humanas en plan existencialista, sino que mi forma de expresión era hacer baldosas. Quizá no tenga un sentido muy personal, pero me hace feliz y me encanta unirlo a mis viajes», explica.

Sus baldosas decoran o han decorado calles en medio centenar de localidades que ha visitado en los últimos ocho años. Las hay «tanto en ciudades cercanas como Zaragoza, Madrid, Menorca, Formentera o Barcelona, como en otros países como Francia, Portugal, Finlandia, Alemania, Reino Unido, Estonia, Bélgica, o Lituania». Aunque la lista no está mal, no le importaría que aumentara, «me gustaría viajar más», admite.

Al ser una iniciativa improvisada, «algunas desaparecen muy rápido, y otras, como una que puse en Formentera hace cinco años, todavía siguen donde las pegué. Lo sé porque a veces veo fotos en Instagram donde aparecen», explica. Elisa tiene asumido que «el arte urbano es efímero», por mucho que intente respetar «que no sean fachadas históricas» al colocar sus creaciones.

Para el futuro, la artista zaragozana se plantea metas algo más ambiciosas, aunque sin prisas. «Tengo ganas de evolucionar porque llevo un año parada. Me gustaría empezar a colaborar con otros artistas y usar la baldosa en espacios más grandes, tipo mural», explica sobre sus próximos proyectos.