Para gobernar un territorio es imprescindible tener conocimiento del mismo. Ahora, entrado el siglo XXI y con grandes avances en tecnología y medición, es nimio preocuparse por cómo localizar un municipio en un territorio y si un gobernador necesita conocer los núcleos que están bajo su jurisdicción. Basta con consultar un mapa en internet. Mucho más complicado resultaba para los diputados del Reino de Aragón conocer sus circunscripciones a principios del siglo XVII, cuando nadie había trazado todavía sobre ninguna superficie el mapa del territorio. Cataluña en 1603 ya lo había hecho y, para no ser menos, Lupercio Leonardo de Argensola, cronista de Aragón, impulsó la creación de un mapa exento del Reino de Aragón que facilitase a la diputación algunos aspectos políticos, estratégicos y comerciales.

A raíz de esta decisión, se contrató en 1607 a Juan Bautista Labaña, cosmógrafo de Felipe II, que recorrió Aragón durante seis meses midiendo la superficie hasta crear el mapa que se convertiría en referencia de la cartografía española del siglo XVII y que se puede visitar desde ayer en la exposición Aragonia Regnum en la Aljafería junto a 54 planos más editados desde principios del siglo XVII hasta finales del siglo XIX, que representan total o parcialmente el territorio del antiguo Reino de Aragón y que pertenecen al Fondo Documental Histórico de las Cortes de Aragón.

Labaña, encargado de "ir al Reyno de Aragón y hacer una descripción y mapa de él tan exacta, y perfecto cuanto supiere" creó seis pliegos de papel que no llegaron a convencer a los diputados debido a la excesiva existencia de árboles y montañas pero tras varios retoques se imprimieron 400 ejemplares del plano manuscrito en Zaragoza para las clases altas y, a partir de 1620, mil ejemplares fueron distribuidos en Flandes.

Tanto éxito cosechó la representación de Labaña que en 1761, tras unas once reimpresiones, el intendente general del Reino de Aragón encargó su actualización a Tomás Fermín de Lezaun en lugar de la realización de un documento totalmente nuevo. Se añadieron nuevos topónimos y se modificó la red de caminos y los límites jurisdiccionales.

En la exposición también se recoge una relación de ocho mapas holandeses que, basándose en el plano de Labaña, elaboraron cartas muy cuidadas desde el punto de vista estético del territorio aragonés. Y lo que no hicieron los españoles, lo hicieron ellos. Los holandeses realizaron mapas aislados de las diócesis aragonesas para enriquecer los atlas que editaban en su país y convertir estos documentos en los más completos del momento. Detallaron así los territorios del arzobispado de Zaragoza y los obispados de Tarazona, Teruel y Albarracín, Huesca, Jaca y Barbastro.

Aragón también fue representado por cartógrafos alemanes, italianos y franceses. Y si hay algo en lo que coinciden todos los mapas es en las numerosas inexactitudes y deformidades del territorio. De hecho, parte de la edición fue confiscada porque la frontera entre Aragón y Francia no quedaba clara en muchas ocasiones, lo que podía dar lugar a diferentes conflictos. Las técnicas no acompañaban y la precisión era mínima. Labaña y los cartógrafos utilizaban un goniómetro --utensilio del que fue inventor el español-- para hacer sus cálculos, pero ni siquiera este medidor de ángulos y las brújula les permitían delimitar de forma correcta el territorio.