Por pueblos y ciudades de todo Aragón, ayer se extendieron las fiestas para conmerar el día de San Blas. Chiprana, Ateca o el barrio de San Pablo, en Zaragoza, fueron algunos de los puntos en los que prendieron las celebraciones.

Destaca en primer lugar la localidad de Ateca, ya que sus fiestas de San Blas, que este año se extendieron desde el domingo hasta ayer, están declaradas de interés turístico en Aragón. Y todo gracias a un tradicional personaje: la Máscara. Un vecino del pueblo, Roberto Labrador, fue quien encarnó por quinto año consecutivo, y seguramente el último, según dejó caer él mismo, al elemento más singular de esta fiesta.

Este personaje semigrotesco, vestido con un traje a rayas amarillas y rojas, porta un sable y un escudo de madera para protegerse de las manzanas que le lanzan los niños en su ascenso al cerro de San Blas. Después, todos lo rodean en un gran corro y juntos, Máscara y pequeños, se lanzan ladera abajo hasta llegar a la ermita del santo.

También los vecinos de la localidad zaragozana de Chiprana festejaron ayer esta festividad. Los actos, que comenzaron el pasado viernes con una celebración adelantada de Santa Águeda, culminaron este lunes, en su jornada central, con la tradicional procesión de San Blas por las calles del municipio.

Considerado patrono de los enfermos de garganta, una de las tradiciones más arraigadas en Aragón en el día de este santo es comer las rosquillas --o el roscón, dependiendo de las zonas-- bendecidas, con la intención de que su ingesta proteja esta parte del cuerpo y la mantenga libre de todo mal. Por eso, como marca la costumbre, en los alrededores de la calle zaragozana que lleva el nombre del santo, situada en pleno barrio de San Pablo, ayer pudieron verse los puestos callejos donde cada año se venden las rosquillas de San Blas. Muchos ciudadanos desafiaron al frío y la lluvia para llevarse su bolsa.