El coronavirus ha golpeado con dureza a todo el sector comercial y hostelero de Zaragoza, sin distinciones y haciendo daño a todos los barrios de la ciudad, tras tres meses de parón por el confinamiento y una etapa de nuevos rebrotes que ha sumido en la incertidumbre a los negocios, grandes y pequeños. Pero los expertos señalan que, curiosamente, un elemento diferenciador en el impacto recibido en Zaragoza puede ser el eje del tranvía, una línea Valdespartera-Parque Goya que hace solo diez años sumió a todos los establecimientos en más de dos años de obras y arrasó con decenas de los establecimientos de entonces. Hoy sobreviven pocos de los que vivieron aquel calvario, y afrontan su segunda gran crisis en una década. Tres si se añade la global padecida en el 2008.

Muchos de los que resistieron a aquellas obras de construcción del eje norte-sur del tranvía (2009-2013) todavía no se han recuperado de aquella travesía por el desierto de las zanjas y vallados que alejaban a la clientela de sus puertas. Años después todavía algunos tienen créditos solicitados a entidades bancarias que siguen vivos, y aún les queda por amortizar, y una demanda que es distinta a la de entonces, especialmente en los tramos del centro de la ciudad. También mayor, apostillan los expertos, ya que tener las paradas del Urbos 3 en sus puertas siempre es un beneficio. Y eso que aseguran que era mucho mejor antes, cuando había varias paradas de bus y otras tantas de escolares. «Estas eran las buenas porque mientras esperaban los padres siempre ojeaban los escaparates y más de uno acababa comprando», explica Marta Lezcano, de la tienda La Silla, una de las pocas que sobrevivieron a las obras.

«El eje del tranvía partió la ciudad en dos, entre los barrios comunicados por él y los que están lejos de la línea, y hoy los que están más cerca no son precisamente los que peor lo están pasando. La buena comunicación y, sobre todo, los servicios que llevan asociados, como párkings, son dos elementos que el consumidor busca. Ahora el tranvía les hace estar un poco mejor que otras zonas», argumenta Fernando Baena, presidente del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (COAPI), quien recuerda que «las obras para ellos fueron algo dramático» pero apostilla que en el contexto actual puede verse como una tabla de salvación. Sin embargo, los propietarios de los locales insisten en que aquellos años fueron letales y sus consecuencias siguen coleando.

La transformación de un vial como Gran Vía, donde un reciente estudio de la inmobiliaria GTI Asesores le sitúa como una de las zonas del centro donde más locales disponibles en el mercado hay, es evidente, y también el de su actividad comercial, pero a juicio de Baena obedece a «ciclos» como los que también han vivido otros ejes comerciales, «como El Tubo que cuando estaba tan dregradado era imposible hacer previsiones a corto plazo sobre su futuro» y «luego entró la hostelería y acabó convirtiéndolo en un referente».

O la calle Alfonso I, que en pocos años ha visto transformar las numerosas tiendas tradicionales, de negocios familiares históricos, a la entrada de las franquicias y grandes marcas que hoy la copan. Todo cambia y tiene sus consecuencias.

Pero en el caso del eje del tranvía, «el efecto no solo se está notando en la zona de Gran Vía o Fernando el Católico, también en el Actur, donde se ve a más gente que en los llamados barrios tradicionales». Los expertos señalan a Delicias, Las Fuentes o San José como ejemplo del efecto multiplicador de ese golpe tan duro que ha dado el coronavirus a su actividad comercial.

Son más las persianas bajadas hoy que en el centro, aunque en este haya un 13% más de locales disponibles que antes del covid-19. Lo que pasa, en su opinión, es que también sucede que «llama más la atención un local cerrado en la calle Alfonso que en un calle cualquiera de otro barrio de la ciudad». No obstante, hay que tener en cuenta los alquileres, ya que en el entorno de la plaza del Pilar se han disparado en los últimos años lo que provoca que algunos locales lleven años en desuso, algo que, curiosamente no sucede en el bulevar de Gran Vía y Fernando el Católico, con tiendas nuevas con frecuencia. «Aquí enseguida se traspasan. Hay un local que ha sido una joyería, una tienda de ropa y que ahora se dedica a la electrónica en pocos años. Es lo bueno que tiene», comenta la propietaria de la tienda La Silla.

Baena matiza que «hay barrios que antes eran más comerciales y ahora sufren más por estar lejos del tranvía», porque en un momento en el que las rentas que se cobran por ocupar esos locales no han vuelto a ser los mismos que antes de la crisis del 2008, el elemento diferenciador sigue siendo la oferta de servicios. Y es ahí donde el tranvía le gana la batalla al autobús, los clientes eligen un transporte de alta capacidad.