Que se estén entregando por ahí viviendas nuevas con notables deficiencias representa la victoria final de la Especulación (con mayúscula, timbales y trompetas). El esquema que parecía imponerse allá por los Ochenta ha sido removido, disparando los precios hacia arriba y tirando de la calidad hacia abajo. En bastantes casos, los pisos o casas libres tienen hoy un nivel propio de las anteriores VPOs, éstas se han deslizado hacia prototipos característicos de la vivienda social , y dicha modalidad casi ha desaparecido o sobrevive sólo como algo testimonial. Tal disparate, que nos devuelve a la tenebrosa atmósfera que rodeó el mercado inmobiliario español en los años Sesenta, ha pervertido incluso el lenguaje y ya se ha consagrado el vicio de denominar sociales a las viviendas protegidas que sólo vienen a costar unos quince o dieciséis millones de antiguas pesetas (cerca de cien mil euros), ¡como si tal cantidad estuviera al alcance de los salarios mínimos!

¿Qué quieren ustedes por lo que han pagado?, les espetan a los compradores. Me contaban cómo una gran promotora-constructora que cotiza en Bolsa está entregando en los alrededores de Zaragoza viviendas que son un auténtico desastre. Pero los compradores no saben si reclamar o pechar con lo que les ha caído, porque les consta que, malos o regulares, esos pisos valen ya treinta o cuarenta mil euros más que cuando los compraron sobre plano.

El boom de la construcción ha obligado al sector a improvisar mano de obra a partir de gentes (inmigrantes o no) que jamás pisaron antes un tajo. Por otro lado es normal que los empresarios del sector quieran exprimirle el jugo a cada encargo, aunque sólo sea para mantener el nivel de vida que se le supone a alguien que está en el negocio de la vivienda. De ahí vienen las deficiencias en los pisos recién acabados. Que aún no son un problema general (todavía hay constructoras que trabajan bien), pero tienden a generalizarse. Es la ley de la jungla... urbana.