La retirada de una palmera de 12 metros en el Actur, afectada por la plaga del picudo rojo, ha constatado el poder mortífero de los insectos, capaces de devorar por dentro troncos enormes a gran velocidad, de ir matando poco a poco el ejemplar vaciando sus hojas hasta dejarlo pelado.

Los árboles singulares de la ciudad son los grandes supervivientes de plagas y enfermedades. Su propia existencia explica la resistencia que han desarrollado a lo largo de los años frente a todo tipo de enfermedades (hongos vivos y bacterias) y plagas (insectos). Pero, pese a que son los más controlados, nunca estarán libres de que un día esos bichitos enanos acaben llevándoselos por delante.

Alimentada por la savia, la larva del Rhynchophorus ferrugineus o picudo rojo había hecho camino en el interior del tronco del ejemplar de palmera de la calle Mariana Pineda hasta el punto de que los técnicos de la DGA decidieron cortarla para evitar su propagación. Para ello, se siguió un protocolo de seguridad que contemplaba retirar las hojas de la corona del árbol y envolverlas para evitar la propagación y vuelo del insecto.

"En materia de plagas más vale prevenir que curar. Puedes aplicar otro tipo de técnicas como utilizar mejores abonos o someter a las plantas a controles más exhaustivos porque un tratamiento va a debilitarlas", explica la bióloga Lorena Escuer de la empresa Hidrobiology.

Por ejemplo, del fruto de la melia azedarach, conocida como cinamomo o simplemente melia, se extrae una sustancia que se emplea para fabricar un insecticida ecológico que dio a conocer el Ministerio de Agricultura en los años 90.

Pero a veces, los intentos por sanar una planta también pueden conllevar perjuicios. "Si no se acaba pronto con el problema, la plaga puede llegar a desarrollar un punto de resistencia. Y si se somete al árbol a un tratamiento agresivo y poco respetuoso con el medio ambiente, matas lo bueno y lo malo. Alteras su ecosistema y acabas debilitándola. Es entonces cuando otra plaga puede atacar con más virulencia", advierte Escuer.

Los plátanos de sombra de la ciudad pueden sufrir los ataques de la corythuca ciliata o tigre del plátano. Durante la primavera toma posiciones en el envés de la hoja y se reproduce. Las hojas amarillean y se caen durante el verano. En otoño, los insectos adultos se refugian en el tronco hasta encontrar temperaturas más livianas.

Los olmos se las tienen que ver con la galeruca un insecto que devora sus hojas hasta dejarlas transparentes. Sus larvas se reproducen con gran facilidad y duran dos o tres generaciones. En ciudades como Madrid, por ejemplo, lleva años dándose el festín.

ENEMIGOS NATURALES

En el caso de los cipreses, el enemigo es el cinara cupressi o pulgón del ciprés. Tiene el tamaño de una garrapata y ha desarrollado la hábil artimaña de camuflarse adoptando el mismo tono marrón de las ramas que coloniza. "Para los cipreses es complicado cualquier tratamiento porque suelen tener muchos años", apunta Escuer. Por último, los pinos, que sufren quizá la plaga más conocida por el público: thaumetopoea pityocampa o procesionaria que forma esos inquietantes bolsones blancos.