La madre de Víctor da Silva, Renilda, ya andaba preocupada durante la Nochevieja (en Brasil, de mañana) porque su hijo no le había contestado al mensaje de felicitación del año nuevo. Pero una llamada de un amigo del joven superó sus peores temores. Tras regresar a España --llegó a las 6.00 horas de ayer--, la situación no ha ido a mejor. Mantiene la calma a base de tranquilizantes, pero está "desesperada" por tener noticias del paradero su hijo, una respuesta que de momento nadie tiene.

Tanto ella como su hermana Selma y su sobrina Thais --llegadas anteayer de Santander-- están convencidas de que el joven permanece retenido contra su voluntad. "No le dejan salir, él no hace esas cosas --sostiene su madre--. Sabe que siempre estamos los dos juntos y que me preocupo mucho por él, no me haría esto", añade. "Yo pago el secuestro, pero devuélvanme a mi hijo, por el amor de Dios", pide a sus presuntos captores. No han pedido rescate ni la economía familiar es especialmente boyante.

Su prima confirma que aunque es "muy sociable", incluso "juguetón", y tiene mucho "don de gentes", como prueba el amplio grupo de amigos que le buscan, a la vez es "reservado" cuando le conviene. "No confía en cualquiera, siempre ha sido muy inteligente para saber en quién confiar", asegura su prima. "Tampoco es mujeriego", añade, ante lo que asiente la madre. "No le he conocido a ninguna novia", recuerda.

La madre se emociona ante la cantidad de amigos que se han involucrado en su búsqueda --"no sabía que tenía tantos", admite--, aunque tampoco entiende cómo le perdieron de vista, si iba ebrio como le han contado. "Bebe los fines de semana, pero el alcohol le sienta mal".

La familia y un puñado de amigos esperan noticias en su casa de Vadorrey, pero la Policía ha optado por mantener las diligencias lo más secretas posible, para no perjudicar la investigación. Aunque sea para desesperación de la madre.

Pese a que algunos aseguran que le vieron cerca de casa, ellos descartan que volviera, porque estaba cerrada a cal y canto y su habitación estaba tal y como la dejó. Con los libros abiertos. "Tenía un examen el día 7, por eso no le dejé venir a Brasil, aunque él quería", recuerda la madre. "Es muy buen estudiante, sacaba nueves y dieces", asegura, mientras exhibe orgullosa una mención de honor del instituto.

La familia coincide en que no le habían notado preocupado ni tenía problemas. Se dedicaba al estudio y a sus aficiones, como el gimnasio, el fútbol y el pádel.