Empieza a formar parte de nuestro vocabulario habitual el sintagma «nueva normalidad», que evidencia dos cuestiones fundamentales. Se necesita recuperar hábitos, en este caso en el ámbito educativo, pero a la vez no podrán ser los que conocíamos hasta el 14 de marzo. La incertidumbre sobre cómo se va a poder llevar a cabo la vuelta a las aulas en las circunstancias actuales o muy parecidas es toda una incógnita con la que afrontamos el final del curso y el horizonte del próximo.

Si llevamos repitiendo semanas que nuestro sistema educativo no estaba preparado para desarrollarse a distancia, tampoco nuestros centros lo están. Con accesos reducidos teniendo horarios de entradas y salidas al centro que están masificados, ratios, en general, superiores a 20 alumnos por aula (salvo excepciones en el medio rural) y centros carentes de aulas vacías para posibles desdobles y con baños pequeños y escasamente acondicionados.

No están preparados en la actualidad para volver a la actividad educativa presencial cumpliendo las estrictas medidas de distanciamientos e incluso higiénicas que las autoridades sanitarias señalan como imprescindibles. No hasta que no exista una vacuna que inmunice a toda la población contra el covid-19. Por ello habrá que buscar soluciones imaginativas con alternativas a la realidad que se nos presenta, que permitan que la actividad educativa continúe y lo haga en las mejores condiciones posibles.

Todo apunta a la necesidad de combinar la enseñanza presencial y online, pudiendo darse ambas simultáneamente para una misma clase con los equipamientos oportunos en los centros. Se puede priorizar la asistencia presencial atendiendo a diferentes criterios que pueden combinarse en función de las necesidades del alumnado y las familias y garantizando la igualdad de oportunidades a todos.

Criterios a valorar

Destacamos algunos: los más pequeños y sus hermanos; quienes tengan necesidades específicas de apoyo educativo o educación especial; aspectos curriculares nuevos; idiomas; materias que precisen la comunicación directa con el profesorado; que requieran evaluación presencial; quienes tengan problemas de conciliación; turnos de mañana y tarde, lo que duplica las opciones de espacios... También están los recreos escalonados o la apertura de distintos accesos al centro, donde sea posible; o el acceso escalonado al centro, con entradas y salidas flexibles para los estudiantes; limitación de alumnado por aula, en función de las dimensiones de esta. Se habla de un máximo de 15, pero hay aulas donde esa cifra tendría que ser más baja.

Por otro lado, también está la garantía de medidas higiénicas (gel higienizante en las aulas, al menos en las etapas de Educación Infantil y de Primaria, y/o jabón, agua y papel en los baños) y de protección (guantes, y especialmente mascarillas en todas las aulas). Además, deberíamos contar con un periodo de información y pedagogía para la comunidad educativa para dar a conocer las condiciones de organización y concienciar a toda la comunidad educativa, especialmente al alumnado, de la importancia de cumplir las normas.

Como representantes de las familias no podemos obviar el enorme problema de conciliación que afecta a buena parte de ellas. Por lo que hay que pensar cómo se van a combinar las posibles medidas organizativas que se establezcan con la conciliación laboral y familiar en los centros y que deberían aplicarse también a servicios como el comedor o madrugadores, principalmente, y también para las actividades extraescolares que fuera posible desarrollar.

*Presidente de FAPAR