Este joven filósofo ha abordado asuntos como el fenómeno de la música trap y tiene 40.000 suscriptores en Youtube. Llega el lunes a Zaragoza para ejercer como profesor universitario y para presentar, en marzo, su último trabajo.

—Le han llamado alguna vez el filósofo 'millenial', ¿cómo sienta esta etiqueta?

—Bien, entiendo que es una definición puramente generacional, es decir, que en realidad hay pocos filósofos conocidos fuera de la Academia y creo que se debe simplemente a que el ritmo a que se desarrolla la filosofía es distinto a otras artes. Puede haber matemáticos o ajedrecistas muy buenos y conocidos a los 20 años, o poetas y futbolistas a esa edad, pero la filosofía suele ser una disciplina que requiere de mucho trabajo a largo plazo. Un filósofo puede seguir siendo joven con 40 o incluso con 50 años, con lo cual es normal que en la generación millenial haya pocos filósofos conocidos.

—Además, en su trabajo ha abordado fenómenos actuales como el trap…

—Yo tengo un perfil muy académico pero entiendo la academia de una manera distinta a como se hace tradicionalmente. Para mí la seriedad no es incompatible con el humor, de hecho la filosofía es el intento de combinar la seriedad y el humor a través de la ironía y la crítica. Lo que hago en mi libro de del trap es abordar desde una perspectiva mundana pero también en ocasiones académica un fenómeno cultural que tiene un interés que va más allá de lo puramente anecdótico, comercial o económico.

—Se preparó un buen lío cuando salió. El cantante Yung Beef, que protagoniza la portada, llegó a pedir el secuestro del libro, ¿fue una estrategia de promoción?

—Mi posición, siempre que me preguntan por esta cuestión, es ni negar ni afirmar que se trataba de un beef pactado. Prefiero mantener la duda y que cada quien piense lo que quiera.

—Ahora lanza un nuevo libro, 'Realismo poscontinental'...

—Es mi tesis doctoral. Lo voy a presentar justo hoy -por ayer- en Madrid y dentro de tres semanas lo presentaré en Zaragoza, en la librería Antígona, probablemente el 4 de marzo a las 19.30. Estaré con el director del departamento de Filosofía, Luis Arenas, y con el coordinador de Estudios, José Luis Lizaga. Un detalle importante es que se me consideró apto para el puesto académico en Zaragoza por el enfoque filosófico de esta tesis, especialmente su capítulo introductorio, donde hablo expresamente de los debates en el medievo y la antigüedad sobre la existencia del mundo externo y el estatus epistemológico de los conceptos universales. He tardado un año en corregir y adaptar la tesis, es una adaptación para todos los públicos.

—El enfoque a la hora de abordar una obra así y otra como la del trap, ¿es el mismo?

—No creo que la labor del filósofo sea expresar opiniones, sino más bien documentarse y ofrecer una crítica en torno a esos materiales. Hacer una genealogía y elaborar una crítica pero no desde la opinión presubjetiva que yo tenga o de mis gustos, sino a partir de criterios objetivos de carácter filosófico. En el libro del trap no critico a Nati Peluso o a Rosalía porque no me guste su música, sino por razones objetivas que tienen que ver con el concepto de autenticidad o de Kischt. Del mismo modo, en Realismo poscontinental critico a ciertos filósofos actuales no porque me caigan mal, sino porque hay una serie de razones objetivas. Es un enfoque académico en ambos casos, a mí lo que me interesa es elevar el fenómeno a teoría, la anécdota a concepto. Lo que para muchos es un meme, convertirlo en algo teórico, filosófico, académico.

—Sorprende que desde la academia se aborde un fenómeno, podría decirse, 'mainstream'...

—Creo que esa es una visión muy antigua de la academía. En el siglo XXI ha habido una renovación de los enfoques en todos los planos y disciplinas. A día de hoy no creo que haya ese enfoque elitista de los que están realizando investigaciones en estudios culturales, filología, historia… hay un cierto poptimismo, por decirlo así, donde se entiende que también lo popular tiene un papel dentro del mundo académico.

—También destaca como polemista, como cuando comparó el matadero de Binéfar con el Holocausto, ¿cómo se solucionó todo aquello?

—Fue archivada por el fiscal. Con motivo de la apertura del matadero, con capacidad para sacrificar 30.000 cerdos al día, establecí una conexión entre la industria cárnica y el holocausto que no es un invento mío. Fueron los propios judíos víctimas del holocausto los que vieron esa conexión, el filósofo Theodor Adorno y el premio Nobel Isaac Singer y Coeetze. Vieron que la cadena de montaje de cadáveres nazi no habría sido posible sin la cadena de despiece y desmontaje de la industria cárnica y del automóvil. Esa es la observación que realicé. Incluso hay en Wikipedia hay una entrada que habla sobre el tema, se llama Holocausto y derechos humanos. Invitaría a cualquiera que considera que es un delito de odio a que acuda a esa entrada, donde verá lo que acabo de decir ahora mismo. Supongo que por esos motivos, el fiscal archivó la denuncia, interpuesta, por cierto, por una asociación llamada Movimiento contra la Intolerancia, uno de los inspiradores de la Ley Mordaza, gente que tiene una relación problemática con la libertad de expresión.

—Por cierto, decantarse por la filosofía hoy en día, ¿es complicado?

—No más que en cualquier otro tiempo. El padre fundador de esta disciplina fue condenado a muerte por una asamblea democrática. Sócrates fue condenado por el paradigma de las democracias occidentales, que es Atenas, y toda la historia de la filosofía está jalonada por persecuciones, malentendidos… a día de hoy, que la máxima amenaza que tenga el filósofo sea algún que otro linchamiento digital, comparado con la historia de la que venimos, es casi un masaje.