Se tiene la sensación, al entrar en la sala de la asociación cultural Atalaya Vigía, de que todo está al alcance de la mano. Y no es únicamente por la infinidad de maquetas, figuras y tableros que guardan. Es porque gracias a ellas, con un poco de paciencia y un reglamento, cualquiera puede meterse en la piel de un equipo de comandos de la segunda guerra mundial, buscar los planos de una arma secreta en el interior de una cápsula espacial o bajar los escalones de una cripta en busca de alguna reliquia protegida por zombis.

Los juegos, sean de mesa, de guerra o de rol, permiten adentrarse en estos mundos y crear cualquier cosa imaginable. Por eso, uno de los miembros de esta agrupación, hace dos años decidió dar un importante salto y pasar a la acción, siendo el autor de uno de las propuestas más sorprendentes de los últimos años. Así, Óscar Bribián se ha diseñado el Dungeon universalis, el juego que está triunfando en todo el mundo gracias a su ambición y versatilidad.

Bribián nunca pensó que se acabaría dedicando al diseño de juegos, pues su prioridad había sido la carrera literaria que ahora ha dejado de lado. Sin embargo, gracias al DUN (como se conoce a su juego en el mundillo) ha colado sus historia en las mesas de aficionados a los dados de todo el mundo. Las cifras son apabullantes, pues logró el récord al mayor número de patrocinadores en su campaña de financiación y ofrece más de un millar de cargas diferentes, así como la mayor mayor diversidad de héroes jugables (25 razas, 20 profesiones, 500 combinaciones de héroes posibles, 35 héroes predefinidos). Todo para sumergirse durante horas (y años, aseguran que no te cansas de jugar nunca) en un mundo plagado por dragones, cíclopes, grandes mamíferos, titanes, insectos gigantes, águilas gigantes, arpías, genios y elementales, gárgolas, gorgonas, hidras, krakens, sátiros, unicornios, serpientes gigantes

Cientos de historias

La asociación Atalaya ha sido un lugar fundamental para la creación de esta aventura que se ramifica en cientos de historias. Parte de los socios han colaborado y aconsejado en las mecánicas de juego, así como con ideas para personajes y situaciones. Óscar, otro de los veteranos, pinta unas minúsculas piezas de un juego de guerra en el taller de la asociación. Huele a pintura mientras coloca musgo verde junto a unos soldados que se arrastran por una trinchera embarrada. «Siempre intentamos colaborar en lo posible», afirma. De hecho, el trabajo que está realizando estos días es para otro de los compañeros.

Bribián destaca que parte del éxito de su juego (inmerso en una campaña de micromecenazgo para publicar una segunda edición) radica en que ha logrado fusionar las mecánicas intuitivas, el equilibrio y la táctica de un wargame y la personalización y profundidad de opciones de un juego de rol. La caja básica cuesta 119 euros e incluye una gran campaña narrativa con veinte aventuras, además de otras menores. «Los personajes evolucionan en función de las cosas que les sucede», asegura.

Los juegos de mesa están viviendo un boom en muchos sectores de la población. Pueden ser varias las razones que justifiquen esta tendencia que corre el riesgo de convertirse en burbuja. Por un lado, el ocio ha dejado de centrarse en los bares y, por otro, la experiencia de comunidad que proporcionan no puede competir con ninguna red social. En Atalaya, sin ir más lejos, han vivido periodos turbulentos, pero en la actualidad se han estabilizado con casi un centenar de socios activos, algo que les convierte en la asociación más grande de este tipo en Aragón (y casi en toda España). Antes de la pandemia tenían una actividad incesante, con reuniones, torneos y quedadas variadas. Tanto para disfrutar de juegos de mesa clásicos (el Catan o el Carcassonne, por así decirlo) a las elaboradas tramas que presenta una propuesta como el Dungeon universalis y el resto de variantes.

Y, además, es un refugio para rolear o para diseñar juegos de guerra, en los que realmente entran en acción las numerosas maquetas que guardan en las estanterías. Trincheras, torres de luz, ruinas de templos griegos, la vieja posada El Pony Pisador. Cualquier elemento que sea necesario para la construcción de un mundo lo guardan en la asociación. Con el paso de los años han logrado superar muchos estigmas y poco a poco las mujeres se han incorporado a la propuesta. Para batallar contra los demonios infernales todo el mundo es bienvenido.