Sabe que si va al Infierno, poco le importará. «Porque iré de fogonero». Masculla con socarrona risa muda por la que escapa el humo de amor a su oficio. El martillo y la fragua. El yunque y el soplido. «Los herreros en la cultura popular somos los que engañábamos al diablo». Podéis estar tranquilos que lo hará si llega ese día.

Juan Antonio López Ena es Chapi, el herrero de Estada nacido en Estadilla, empieza el lío. «En Estadilla dicen ‘si por el portal has pasado y no te han bautizado, date cuenta que has estado en el infierno y no te has quemado’». Siempre entre dichos, demonios y brasas «gracias a Vulcano». A él el mote y el oficio le vino heredado de su padre, el Chapuzas «porque refunfuñaba cuando le venían encargos pequeños, chapuzas que él llamaba, y tenía que abandonar la forja con la que se ganaba la vida».

Creció cerca de una fragua, como su bisabuelo y su tío, aprendiendo el oficio de los «viejos» y se hizo calderero, hasta que un día se dio cuenta de que no le rentaba una vida en la que apenas podía ver a sus hijos de lo que trabajaba. «Vi la oferta de alguacil en Estada y aquí me vine», dice desde su taller. «Le llamas a las cuatro de la mañana y viene. Ayuda a los vecinos de forma desinteresada. Es buena persona», confirma José María Bafalluy, alcalde de este pueblo del Somontano vigilante del Cinca enroscado en una peña.

Nunca abandonó la herrería artesanal. Hace de todo. Rosas, rejas, espadas, puñales, esculturas y ahora una reja con formas de cinturones. Inventa desde la experiencia modelos como el rizado de Estada o el de Estadilla, para que nadie quede descontento.

Él pensaba que esas cosas sólo las hacía él, nadie más, que era una especie en extinción, que no habría muchos más supervivientes de un oficio agonizado por la modernidad. «Porque en los quince minutos que retuerzo una pieza, una máquina te hace quince. No hay herrero que pueda hacer dos iguales, pero en todas deja su alma. No es fácil ganarse la vida con esto», recita. Algún encargo le llega pero, ya se sabe, «la gaita del pueblo, poco se afina», lanza en otro dicho de su cosecha.

Hasta que en una faena en Mozón se encontró con su reflejo, un herrero de Villanueva del Rebollar, un pueblecito de las Cuencas Mineras de Teruel, donde se hacía una reunión de profesionales del fuego y el martillo. Ese encuentro fortuito desembocó en otro mayor y en Estada.

Porque la curiosidad le llevó a indagar y conocer a otros como él. Primero fueron de Aragón: «En Albarracín, en La Muela, en Villanova, en Caspe, Cerveruela…»; y continuó dándose un paseo por todas las fraguas artesanales de España, por sus historias y por su historia: «Descubrí que una de las rejas más importantes de Madrid la había hecho un herrero de Graus que emigró a Argentina. Se puso en contacto con nosotros su hija que ahora tiene más de 80 años».

Animado por su mujer decidió invitarles a todos a Estada. En mayo del 2019, gracias al apoyo de la Asociación La Violeta, la Comarca del Somontano y la Diputación Provincial de Huesca, consiguieron reunir a más de 60 colegas, incluyendo un alemán instalado en Madrid y un ucraniano, en el primer encuentro nacional de herreros en Estada.

Este año tocaba repetir, pero la pandemia ha paralizado un regreso que ahora quieren programas para el 2022. «Todo el pueblo se volcó. Fue la unidad. No sólo por hacerles la comida, buscarles donde dormir, sino porque querían que se sintieran en casa», infla el pecho como un fuelle de orgullo.

Conferencias, demostraciones en vivo, la construcción de un horno... «Se pensaban que íbamos a estar cuatro doblando una rea y vino hasta el encargado de la recuperación de la Catedral de Santiago», pero fueron tres días que marcaron a fuego a Estada y dejaron una escultura, ‘Raíces’, que da la bienvenida al visitante y rinde homenaje a los hortelanos. En su mente ya duermen las próximas sobre los maestros y otra hacia los que tuvieron que dejar el pueblo.

Su sueño

Porque si caminas por el pueblo te encuentras con sus obras por sorpresa en una serpiente que remata un pasamanos o una espada clavada en el alto que vigila abajo el Cinca. «Porque el hierro es como el chicle. Nosotros sólo sacamos lo que sobra. No por tener más fuerza ni usar un martillo gordo eres mejor. Es una cuestión de sensibilidad, y de eso tienen más las mujeres, por eso son tan buenas herreras. Lo importante es darle el golpe en el sitio donde tú quieres sacar el cacharro», esgrime recordando que los buenos forjadores también son alquimistas que mezclan metales y saben hacer moldes, se hacen sus propias herramientas «e incluso sacábamos las muelas».

Su sueño es hacer de Estada un pueblo de herreros, fundar una escuela, como la que hace poco se ha abierto en Toledo. El Ayuntamiento le apoya, tiene hasta el sitio señalado, sabiendo el valor de un proyecto que traería gente a una comunidad que roza los 200 vecinos. «Desde el encuentro hay personas que nos visitan porque nos conocieron por ello. Es un valor de futuro», narra el alcalde.

Ahora busca financiación y apoyos para moldear su idea en una realidad que revitalice el pueblo desde la formación de la tradición. «Me gustaría que fuera una residencia con aulas, un comedor, una forja y mucha ilusión. Crear una asociación de herreros que, quizá están pasando una mala época y puedan venir a Estada a compartir lo que saben», dice Chapi. Compartir, aprender, como él hizo de su padre, de los viejos «porque puedes estar cien años y el día antes de morir aprender algo de un niño de nueve».