Bueno... ¿y ahora, qué? La pregunta va y viene con inaudita urgencia. Parece como si al personal se le hubiese olvidado que entre unas elecciones generales y la toma de posesión del nuevo Ejecutivo hay que constituir el Parlamento, celebrar la sesión de investidura y cosas así. Será que algunos tienen mucha prisa en ver el cambio o será que otros recelan de que el PP aproveche el estrambote para rematar a modo el soneto (el del trasvase, por ejemplo). Así es que un servidor de ustedes vuelve a predicar sosiego y calma. "Tendrás que seguir metiéndote con el Gobierno... ¿no?", me pregunta un conocido con cierta retranca. "Por supuesto --le contesto--, siempre que se lo merezca".

Iglesias está tranquilo. Pero eso no es ninguna novedad. Surgió algún interés en saber si habrá uno o varios ministros aragoneses. ¿Quién?, ¿quienes? Esa es la cuestión, que decía el Príncipe de Dinamarca. Estamos tan magros de personalidades políticas que no nos llega ni para un ministerio. Victor Morlán sonó para Medio Ambiente en competencia con Cristina Narbona. Yo prefiero a esta última (perdóname, Victor), aunque me temo que al final no sea el puesto ni para el uno ni para la otra. Luego dijeron que el diputado oscense también podría ir a Fomento, donde seguro que lo haría bien (después de Cascos y sus destroyers , cualquier cosa será mejor). Ahora llegan rumores de que Morlán acabará presidiendo la Confederación Hidrográfica del Ebro. Tampoco está mal: no ha de ser tontería hacerse cargo de dicho organismo, reorganizarlo y ceñirlo al sentido común.

El futuro seguirá siendo complejo. Esa bendita calma de Marcelino va bien, siempre y cuando no derive en un dejarse llevar y un no hacer para no equivocarse. Esta táctica le fue bien a Luisa Fernanda Rudi, pero con ella se acabó el truco (como con Triviño el de las inauguraciones gloriosas). Los aragoneses, aunque entran bien al trapo, en seguida se resabian.

(Continuará).