Calcena se ha consolidado como un foco de atracción para los amantes de la escalada en roca. Parte de la culpa de este fenómeno la tiene la labor desarrollada por la empresa Senderos de Teja, actuales gestores del alberge municipal del pueblo. Sin embargo, tras el fin de la concesión, la redacción de un nuevo pliego de condiciones pone en riesgo su continuidad por la pretensión del ayuntamiento de que los beneficios de la instalación estén más integrados en el pueblo.

Aunque los responsables municipales prefieren no hacer declaraciones hasta que se resuelva la concesión, el nuevo modelo que plantean busca mejorar la relación entre los usos del albergue y la vida cotidiana del municipio. Esto se reflejaría, por ejemplo, en cambiar el modelo del servicio de restaurante y cafetería para mejorar la convivencia entre visitantes y locales.

El actual plazo concesional expira el próximo 19 de marzo. Senderos de Teja reclamó una prórroga de un año que no ha sido concedida. El portavoz de la agrupación, Diego Quesada, señala que tras un error administrativo pudieron conocer por anticipado el pliego. Se publicó por error en junio, aunque en esa fecha todavía no había vencido el vigente. Se triplica la cuota que deben abonar por seguir al frente del albergue y se modifican los horarios de gestión, entre otros. «Creemos que se nos está echando», denunció.

Senderos de Teja asegura ser una empresa volcada en la lucha contra la despoblación. «Hemos desarrollado el turismo gracias a la escalada en roca», especifica. Defienden además la labor que han desarrollado durante los cinco años que han estado al frente de las instalaciones.

Por el momento han recogido más de 3.000 firmas a través de una plataforma de internet para que se garantice su continuidad. Los responsables de la empresa explican que gracias a su presencia se ha desarrollado el deporte de la escalada en la zona. Especialmente en los meses de verano se desplaza un gran número de personas a practicar este deporte, sobre todo gracias al desarrollo de varias vías en las paredes rocosas.

Sin embargo, una parte de la población alega que son las propias condiciones del municipio y su entorno, en la llamada «cara oculta del Moncayo», la que ha permitido la implantación de esta modalidad.

En temporada alta el albergue da trabajo a cinco personas, aunque normalmente funciona con dos. «No sabemos lo que pasará», indican. Quesada explicó que han intentado ponerse en contacto con los responsables municipales para consensuar una solución, pero que los han encontrado cerrados en banda. Por el momento esperan a conocer los detalles a fondo. «Sentimos que hay una parte del pueblo que nos da su apoyo», reconoce.