«He visto a muchos clientes y conocidos del barrio y la verdad es que estoy contenta de volver a la normalidad». Con estas palabras y una señalada alegría, afrontó ayer su vuelta al trabajo Elena García, dependienta de Calzados Primor.

Los viandantes le interrumpían la limpieza del escaparate con visitas a la tienda, ya que muchos pasaron a preguntar, y otros acudieron a su cita, elegida previamente. En esta zapatería, siempre que el cliente se prueba calzado, es obligatorio usar una bolsa, y en caso de que no adquiera el producto, se procede a su desinfección y ventilación. Para ello, usan un aparato específico y disponen de unas lámparas de luz ultravioleta, conectadas por la noche, para desinfectar y eliminar bacterias en el establecimiento. Aunque esta tienda ha seguido vendiendo por internet, para García ha sido difícil estar confinada. «Estoy acostumbrada a atender a la gente, porque llevo 18 años, lo que supone hacer amistades, entonces, no saber cómo están aquellos que te rodean es complicado, hoy estoy muy feliz», comentó.

En Primor entró Leticia, para mirar zapatos para su hijo de un año y medio de edad, al que le hace falta calzado para este cambio de tiempo que avecina el verano y porque «le queda todo pequeño», según su madre. Ella acude a este comercio por ser una tienda cercana y porque «hay que comprar en las tiendas pequeñas del barrio, ahora más que nunca», subrayó.

Jesús Sánchez aprovechó su salida a comprar el pan para acercarse a ‘El Hangar’, una tienda de artículos de hogar, y comprobar si disponían de una tapadera de la paellera que compró allí hace unos meses. Hizo la fila detrás de otros clientes, a quienes les recibía la dependienta, Andrea Abad, con gel hidroalcohólico en mano para todos. «La gente se está acostumbrado a la apertura de las tiendas y a las medidas de seguridad, yo atiendo de uno en uno, personalmente, porque estoy sola» señaló ella. Y apuntó que se deberían haber cerrado los establecimientos antes.

Francisco Martínez retomó la actividad y la enfocó en organizar, limpiar y adecuar la tienda, pero ya tenía tres citas para el lunes. «Muchos buscan cosas básicas, ropa interior y calcetines, sobre todo», especificó. En el caso de este comercio al pormenor de prendas de vestir, si un cliente acude a probarse alguna prenda, como un pantalón, Martínez utiliza una plancha que, además de planchar, desinfecta, y después deja 48 horas sin ponerlas a la venta. Los clientes deben ir con guantes, entrar de uno en uno y limpiarse con gel. Martínez, que lleva 25 años en su labor, ha tenido que hacer frente a varios pagos durante el cierre de su local, lo que le ha supuesto mucho esfuerzo, según sus palabras.

En Casa Unai, José Luis encargó jamón, huevos rellenos, una croqueta de toro y boquerones. Él es asiduo al restaurante y echaba de menos estos platos. Al igual que la familia Martínez Obón, que pidieron cuatro hamburguesas, huevos rellenos, una ensalada de ventresca y un plato de lomo. «Nos encanta el producto, somos clientes habituales, había que volver los primeros y echarles una mano», aseguraron Elena y Antonio.

La otra imagen del día

Aunque las largas filas a las puertas de muchos comercios fueron la imagen del día, la otra cara la dejaban aquellos que todavía permanecen cerrados o esperan abrir con una actividad normal el 11 de mayo. Muchos comerciantes afirmaron que no tenían la tienda preparada ni disponían de guantes, equipo de protección individual o gel. Tampoco contaban con la tienda limpia ni organizada. «Imagínatela cerrada durante 45 días, llena de polvo», dijo uno de ellos.

Algunos adquirieron un aparato de ozono para desinfectar, y otros, como Chus Mompel, una máquina de rayos ultravioleta, específica para la ropa de ‘Esenzia’.

Ayer, ella consideró más importante esperar a tener el dispositivo y poder contactar con las clientas para dar citas, ya que algunas ya hicieron reservas en las redes sociales.