Después de seis meses sin pisar las clases, las niñas y niños aragoneses regresan a las aulas en un nuevo curso escolar marcado por la incertidumbre. Un total 108.000 alumnos de Infantil y Primaria comenzarán esta semana un año académico que se inicia de manera escalonada y con importantes cambios y novedades respecto a otros años.

Las medidas para evitar el contagio por coronavirus se resumen principalmente en la adopción de la jornada lectiva continua, la creación de grupos estables de convivencia, el uso obligatorio de la mascarilla desde los seis años, las entradas y salidas al centro escalonadas y la presencialidad hasta segundo de ESO, entre otras.

Durante la última semana, los centros educativos han destinado sus esfuerzos a adecuar los espacios a la normativa. En el CEIP Cortes de Aragón se han dedicado, entre diversas labores, a facilitar los accesos para evitar aglomeraciones, señalizar los espacios y preparar las clases. Su directora, Ovidia Andrés, afirma que lo hacen «con mucho ánimo», aunque admite que están a la expectativa de qué puede pasar. «Vamos a hacer nuestro trabajo lo que mejor sabemos y nos preocuparemos por las medidas», subraya.

En este centro, las familias están respondiendo muy bien, según Andrés, pero algunas están preocupadas porque tienen familiares de riesgo a su cargo. «Intentaremos que este entorno sea el más seguro y les transmitimos tranquilidad», apunta.

La Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de la Escuela Pública de Aragón (FAPAR) acoge el inicio del curso con la satisfacción de poder recuperar la escuela de forma presencial y con preocupación por la situación sanitaria. «Somos conscientes de la dificultad que entraña este inicio, de la complejidad de la gestión a todos los niveles y de la preocupación de las familias, a lo que ha contribuido la tardanza en recibir información y que los centros hayan tardado demasiado en tener equipos y material de seguridad», comentan.

FAPAR insiste en que la coordinación con Salud y la garantía de limpieza son cuestiones prioritarias, así como las medidas de conciliación, «que en este momento no nos garantizan la atención de los niños que por aislamientos u otras enfermedades no puedan acudir a los centros», apuntan.

Las familias de los alumnos del CEIP Eugenio López y López, con 450 estudiantes, estaban muy preocupadas por la organización. «Lo que más preocupa es cómo se va a organizar el servicio de comedor y de madrugadores», señala el profesor Rubén Herranz, quien afirma afrontar el curso con mucha incertidumbre.

El comedor es también un asunto que intranquiliza en el CEIP Alcoraz de Huesca, donde creen necesario un incremento de monitoras. Su directora, Pilar Andreu, incluso asegura que han tenido que limpiar el colegio ellos mismos para poner la señalética que obliga la normativa.

La presidenta de la Asociación Aragonesa de Pediatría de Atención Primaria, Teresa Cenarro, explica que las familias ven necesario el colegio, pero «lógicamente» tienen incertidumbre y miedo, «pero el colegio es necesario y con las medidas que se han implantando hay que intentar empezar el curso con normalidad», señala.

Desde el Consejo Escolar de Aragón se lanza a la comunidad educativa un mensaje de cierta serenidad y confianza en el sistema educativo. Su presidente, Jesús Garcés, está convencido de que los estudiantes viven con expectación el inicio de este nuevo curso y también con ilusión de reincorporarse. Cree que «el devenir de los acontecimientos irá marcando elementos de cierta seguridad, sabiendo que va a haber situaciones que habrá que abordar con los protocolos sanitarios».