La Iniciativa Social de Mediación sobre los conflictos del agua en Aragón se puso en marcha entre los años 2002 y 2007. Fue la primera experiencia de este tipo para solucionar debates enquistados sobre infraestructuras hídricas que permitieron avanzar de forma conjunta en aspectos no resueltos desde los años cincuenta. «Las situaciones de enfrentamiento constante llevan un bloqueo en el que solo se destaca lo mano sin atender a lo positivo», afirman los autores de una monografía al respecto, Cristina Monge y José Juan Verón, que será presentada la semana que viene.

La iniciativa social de mediación de los conflictos del agua en Aragón, editado por Prensas de la Universidad de Zaragoza, analiza casos de éxito como los de Santaliestra o el Matarraña. En el lado contrario quedan pendientes Yesa, Biscarrués o Mularroya, enmarañados en los recursos judiciales y con gran contestación social. «La escasez del agua, como recurso fundamental, nos lleva a un escenario en el que estos enfrentamientos se van a multiplicar, van a ir a más», destacan.

El contexto de los enfrentamientos por infraestructuras ya no se limita al clásico ecologista frente al regante. «El mapa de los actores del agua se ha agrandado muchísimo, ahora interviene más gente, como las empresas hidroélectricas, los municipios o la propia administración pública», expresa Monge. Gracias a la iniciativa social se pudo descubrir que cada conflicto requiere «analizar muy bien los intereses enfrentados», pues son distintos en cada situación. «Puede ser que en un determinado enfrentamiento los ecologistas o los agricultores ocupen diferentes posiciones», aseguran. Uno de los errores que se cometía hasta la puesta en marcha de estas iniciativas fue la de uniformar a los actores implicados. «Es necesario tener muy claro el mapa del conflicto, así se pueden analizar los perfiles concretos de cada una de las posiciones, las cosas no son sencillas y están llenas de grises», incide Verón.

La crispación política tampoco favorece que se puedan retomar conflictos enquistados en la actualidad. «Tienen una visión a corto plazo, como se está viendo estos días con el asunto de las listas, y en el fondo esa es la razón de que la iniciativa social se abandonara», lamenta Verón. Ahí entran los cambios de discurso de la clase política atendiendo a los designios de las encuestas. Afortunadamente en ocasiones el trabajo técnico prima sobre el titular. «Cuando los agentes sociales están convencidos de que tienen más que ganar que de perder ante un conflicto de mediación, las decisiones que toman no suelen estar influenciadas por la labor partidista», establece Monge.

«ESFUERZO COLECTIVO»

La obra, que pretende dejar constancia del «esfuerzo colectivo» que amparó Ecodes, busca también «sacar aprendizajes que se puedan aplicar en el futuro, pues el cambio climático va a recrudecer los conflictos por el agua, no necesariamente ligados a la agricultura». De esta forma la publicación se convierte en una herramienta de prevención.

«Hace falta distinguir los fines de los medios», explican. Y ponen varios ejemplos recientes en los que frente a la necesidad de tener agua para regadíos concretos se ha apostado por emblases de menor tamaño que no inundan grandes reservas ecológicas. Es el caso de San Salvador como alternativa a Santaliestra o de alternativas técnicas para Biscarrués que ya se han puesto sobre la mesa de las administraciones.

Con la directiva del agua las infraestructuras de gran tamaño parecen condenadas al olvido, pues la mayoría de ellas no son rentables. Esto también permite olvidar el fantasma del trasvase, pues las últimas sentencias han establecido que la atención al río es prioritaria. «Ahora mismo estas grandes obras son más difíciles, pero nunca se puede dar nada por seguro», confían.