También yo estuve en Madrid el día en que hablaba la señora Wallström, pero fui a mis cosas y no tuve ocasión de oír a la jefa del medio ambiente europeo. Ayer repasé las distintas versiones de sus palabras. Nosotros, los de Aragón y Cataluña, encantados de que la comisaria enfriara el tema de la financiación comunitaria del trasvase, y los otros , el Gobierno central y los mandamases de Valencia y Murcia, asegurando que, oye, tenemos a la UE en el bote hidrológico. "Pero Wallström dijo lo que dijo, y sus declaraciones en absoluto pueden ser interpretadas como un apoyo al PHN", argumentan los colegas que estuvieron en el coloquio organizado por el Wall Street Journal . Ya, ya --les respondo--, mas no esperaréis que a estas alturas el PP renuncie ni por asomo a su jugada hidroelectoral. Doña Margot puede explicar, callar o sugerir lo que sea, pero los trasvasistas entenderán lo que les salga de los cañetes .

Les cuento más cosas de mi viaje. Por ejemplo, el desolador impacto que me causó la Estación de Delicias: accesos improvisados, interior desolador, frío polar, caos apenas disimulado... Ya ven, yo pensaba que la cosa estaba mal y me equivocaba: está peor. Otro tema: hay fuerzas vivas madrileñas que siguen acongojadas por la idea de que aquí el malvado Marcelino cooficializará el catalán y luego seremos todos abducidos por Maragall y Carod. Así es que un servidor no paró de esforzarse en asegurarles, que no, que no es así, que en Aragón en estos momentos nadie habla de eso, ni hay problema linguístico, ni nos preocupa Cataluña (Pujol ya nos curó de espantos), ni pasa nada especial y si pasase ya nos habríamos dado cuenta dado que los de Fraga (Fraga ciudad, no Fraga el emperador de Galicia, aclaraba yo a los madrileños) van a menudo a Lérida y los zaragozanos veranean en masa en la costa de Tarragona.

De vuelta a Zaragoza no he dejado de pensar en cómo se está disparatando el contexto de esta precampaña electoral. El debate político se ha situado en un espacio surreal, en invenciones descaradas o perversiones de la verdad. Por eso en Madrid me felicitaron mucho por el AVE de Zaragoza , y no fui capaz de explicarles que la línea aún no proporciona verdadera alta velocidad y que la nueva estación no es el alarde arquitectónico que prometía sino un disparatado hangar donde viajeros y empleados flirtean con la pulmonía.