A la sombra, entre un aroma bien picante y franqueados por la bandera de Aragón, exponían ayer los vecinos de Arándiga sus ajos autóctonos en la IX Feria dedicada a esta planta herbácea. "¿No me compra ajos? Le aseguro que este año están mejor que nunca. Anímese", presumían los vendedores ante unos 40 curiosos que se acercaron hasta los bajos de los porches del Auditorio.

Esta feria, que viene celebrándose desde hace nueve años en Zaragoza, "atrae a mucha gente que aprovecha la oportunidad para comprar una de las mejores clases de ajos de España, ya que es el más rojo y el más picante", comentó uno de los ajeros más veteranos de la Feria, Domingo Gil, que acudó con sus dos hermanas y su hijo para vender la cosecha de este año.

Y es que este evento moviliza a casi todo el pueblo de Arándiga, que todos los años por estas fechas llena varias furgonetas con casi dos mil rastras de ajos. De esa cantidad "se venden casi todos, aunque depende del tiempo. Si está lloviendo, nos volvemos a casa con más de la mitad de la cosecha. Pero lo más normal es que los domingos, que coincide con el Rastro, atraigan a mucha gente que compra", comentó Lucas Romero, esta vez uno de los vendedores más jóvenes, con 44 años.

Una tradición en peligro

Esta Feria se celebraba hasta hace tres años en el Mercado Central, "pero los comerciantes que habitualmente vendían allí se quejaron porque les hacíamos la competencia y, por eso, el alcalde pensó en exponerlos aquí", afirmó Gil, que relató que la iniciativa "partió desde el ayuntamiento para que la gente conociera lo mejor que tenemos en el pueblo, el ajo de Arándiga".

Sin embargo, este producto tan característico corre peligro, ya que, según Romero, "en la localidad cada vez son menos los que se dedican al campo. Todos emigran a la ciudad y el cultivo del ajo se está perdiendo". Las cifras demuestran este hecho, ya que este año han acudido a la cita 17 puestos regentados cada uno de ellos por una familia, cuando en años anteriores se reunían hasta 30 agricultores.

El motivo del abandono del ajo en Arándiga no es otro que "el gran trabajo que conlleva" confiesa José Luis, otro ajero consolidado. El proceso de preparación del ajo es arduo, ya que tras su plantación se debe recolectar cabeza a cabeza, destallarla --quitar los tallos sobrantes--, limpiarla y finalmente trenzarla para formar la tradicional rastra de cincuenta cabezas, cuyo precio oscila este año entre seis y dieciocho euros.

Los de Arándiga no terminarán en Zaragoza la exposición de su mejor tesoro, sino que la ruta seguirá hasta Vitoria y, más tarde, a Calatayud. Y es que el objetivo final de esta Feria es promocionar los ajos autóctonos, ya que en los últimos años, el ajero mercado aragonés se ha visto acaparado por ajo de China, fenómeno ante el cual la mayoría afirma que éste "más barato, aunque no tan bueno. Aragón es la cuna del ajo y es nuestro deber mantenerla así".