La tensión era patente entre la población de Campillo de Aragón, comarca de Calatayud, después de cuatro días sin agua debido a las heladas que impidieron subir a los bomberos a llenar el depósito que les abastece. Ayer las mujeres del pueblo explotaron y unas quince decidieron subir al ayuntamiento. El alcalde las recibió "muy amable", según Tere, vecina del pueblo, pero se vio obligado a "llamar delante nuestro a los bomberos para que hiciesen el favor de subir con agua suficiente".

A las 17.30 horas de la tarde de ayer, el agua llegaba sólo a algunas casas. Los bomberos habían subido por la mañana con dos camiones cisterna pero el depósito no estaba completamente lleno. El pueblo seguía pendiente y el agua sólo llegaba a las casas más bajas. Pero los bomberos "se negaron" a regresar para acabar de llenarlo. "Si llegan a dar el agua se hubieran ocasionado riñas entre los vecinos que ya tenían y los que no", dice Tere.

Finalmente, "después de llamar a la Diputación Provincial de Zaragoza, los bomberos accedieron a venir de nuevo y llenarlo por completo", explica Adela Sánchez, otra vecina de Campillo. La insatisfacción entre los vecinos es patente. Se sienten abandonados y sin saber dónde acudir ni a quién llamar porque "los bomberos de Calatayud y los de La Almunia se pasan la pelota de unos a otros. Ni siquiera al alcalde le hacen caso", cuenta Adela.

En esta ocasión, el problema les ha superado por la incomunicación a la que se han visto sometidos por el hielo. Pero ya en el mes de agosto, según cuentan, estuvieron durante cinco días con dos horas diarias de agua. "Oímos los problemas que tienen en el tercer mundo con el agua, pero Campillo es Europa, España y Aragón y tampoco tiene agua", dicen.

El depósito les abastece en sus casas pero sólo es útil para el aseo personal y la limpieza. La potable, para beber y cocinar, van a buscarla a los pueblos cercanos, como Jaraba, Fuentelsas y Milmarcos con sus coches particulares y multitud de garrafas, a pesar de que en la plaza hay dos bidones con agua de boca. "No nos fiamos", dice Adela, porque "los bomberos nos han hecho muchas pifias ya, mezclando agua buena con la del canal, que no es potable".

Las vecinas sublevadas han conseguido el compromiso, por parte de los bomberos y del alcalde, de que éstos suban a abastecerles todos los días, para evitar problemas de la envergadura del pasado. Ahora sólo esperan que la promesa sea duradera y que nada de lo vivido vuelva a suceder. Lavadoras, lavavajillas, grifos y duchas volvieron ayer a funcionar en todas las viviendas de Campillo de Aragón, cuyos habitantes revivieron la gratificante sensación de disponer de tan preciado líquido para acabar con las montañas de ropa sucia.