Mulán lleva tan solo dos días de prácticas como camarera en la cafetería Atrapasueños de la calle Tomás Bretón pero su dueño, Yang, está convencido de que además de hacer bien su trabajo, ha atraído a muchos curiosos al local. Todos ellos aprovechan el momento del café para grabar vídeos mientras ella se lleva las tazas sucias.

No es para menos tanto revuelo porque que un robot se haya instalado en este bar, que se ha convertido en el primero de Zaragoza en tener a un robot entre sus trabajadores, ha llamado mucho la atención entre los que se han hecho eco de la noticia y que no han dudado este fin de semana en acercarse a conocer a esta nueva Mulán que nada tiene que ver con la de película de Disney.

Tareas

Yang tuvo claro que tenía que hacer algo para solucionar el tiempo que perdían los camareros al tener que ir de la cocina a la barra, «una distancia de más de 20 metros» que tenían que hacer muchas veces al día al sacar todas las tapas por la mañana y al recoger los desayunos y los platos sucios para llevarlos a la cocina. De esta manera, no dudó en gastarse más de 5.000 euros en Mulán y traerla desde China, su país de origen también a pesar de que después de 18 años aquí se considera «más maño que chino».

El dinero invertido ha sido un gran desembolso y no sabe cuánto tiempo pasará hasta conseguir compensarlo pero por el momento considera que ha sido «una muy buena decisión porque me soluciona problemas y me está haciendo muy buena publicidad».

Tan buena ha sido la acogida de Mulán y el buen servicio que está dando, que Yang no descarta aumentar la familia próximamente «para este u otros negocios».Por el momento Mulán está ya programada y se conoce de memoria las mesas que hay y cómo están organizadas y para no equivocarse mucho durante sus primeras semanas, es mejor no cambiar nada y mucho menos cruzarse en su camino, porque si esto pasa, tendrá que decir dos de las tres frases que tiene memorizadas: «permítame el paso» o «me está obstruyendo el camino». Como camarera está muy bien, pero para seguir teniendo conversaciones y dudas sobre qué pedir, mejor preguntar al resto de personas que trabajan en el local y que aún se están acostumbrando a ser uno más en la plantilla.

Los clientes también se están habituando a que sea un robot quien se acerque a su mesa para recoger los platos sucios y aunque los más mayores se quedaron sorprendidos al verla, Mulán se ha ganado un hueco entre los clientes, que no tardarán en darle las gracias cuando les desee «buen provecho» al hacer entrega de los pedidos. «Los abuelos vienen con sus nietos porque ha creado gran curiosidad y a los niños les gusta», comenta Yang, mientras controla a Mulán con su tablet.