No es Semana Santa todavía pero muchos en días como ayer añoraban lo que sería un avance de esas merecidas vacaciones con el parón de las clases que este año casi ni se va a notar. Donde más se percibe es en las carreteras que lucen semivacías en lo que debería haber sido una operación salida con miles de desplazamientos a la playa, al pueblo o a algún lugar por descubrir.

Pero ese cliché es del pasado reciente. Este año, los controles de la Policía y la Guardia Civil se han multiplicado, pero no para encauzar la salida masiva de la ciudad, sino para todo lo contrario. Para evitar que haya una fuga masiva de confinados hacia el Pirineo y la playa desde Zaragoza. De hecho, ayer, las autovías y carreteras generales que parten de Zaragoza estaban erizadas de controles de la Benemérita. Había incluso más que en los pasados días laborales y se escudriñaba el interior de cada coche que pasaba.

La imagen es insólita en este arranque fallido de ese dispositivo extraordinario que cada año moviliza a la Guardia Civil de Tráfico, hoy ocupada en otras tareas ligadas al confinamiento en los hogares y a vigilar, a pie de carretera o desde el aire, que nadie se lo salte.

La Ronda Norte de Zaragoza, la autovía Mudéjar que vertebra de norte a sur toda la comunidad o las que conectan Pamplona con Jaca, Huesca y Lérida estaban ayer sin ese trasiego. Esta vez no hay esquiadores, ni domingueros ni los miles de trabajadores que mueve el turismo en Semana Santa, tampoco el Bajo Aragón se llenará de visitantes.

Y aún así, lo único que parece perdurar en esas mismas carreteras son los accidentes. Ayer mismo, en la autovía A-2, una furgoneta cargada de botes de pintura volcó pasadas las cuatro de la madrugada la altura del puente sobre el Ebro.

El conductor tuvo que ser extraído del interior del vehículo por los bomberos de Zaragoza, que cuando llegaron al lugar del suceso se encontraron con que una enorme charca de pintura cubría la calzada. Por este motivo, los servicios de mantenimiento de la Ronda Norte cortaron el paso al tráfico en dirección a Madrid por espacio de casi tres horas.

Se desconoce la gravedad de las heridas que sufrió el conductor, que fue llevado en ambulancia a un centro sanitario. Pero, en cualquier caso, es una de las pocas víctimas de tráfico que se han registrado en Aragón desde que empezó el confinamiento, que en días laborables ha supuesto un descenso del 78% del número de vehículos que circulan por los accesos a la ciudad.

En las tres semanas de encierro forzoso hay que lamentar, no obstante, la muerte de una joven que sufrió una caída en moto en Torrero, en Zaragoza, el pasado día 20 de marzo. El triste suceso contrasta por ello doblemente en la actualidad, con una calles por las que el tráfico se ha reducido al mínimo y donde se respira una extraña quietud más propia de pasados puentes de Semana Santa, cuando los zaragozanos aún podían escapar al Pirineo y a las playas y la ciudad se quedaba casi vacía.

La Semana Santa, lo que queda de ella, irá pasando, pero no por ello es previsible que se desmonten los controles de tráfico. A lo sumo, cambiarán de ubicación para coger a los conductores desprevenidos. Aunque es probable que haya pocos tránsfugas circulatorios. El espíritu cívico, a fin de cuentas, es capaz de sujetar a los zaragozanos en sus casas.