Parece lógico que Zaragoza, que puede atraer a más de 400.000 visitantes con las fiestas del Pilar, haga su agosto en pleno mes de octubre. Los establecimientos hosteleros tienen más trabajo y necesitan ampliar plantillas e inversión y por ende, suben los precios. Lo que no parece tan lógico es que si esto sirve para amortiguar la carestía de la vida, tras la semana festiva las tarifas se deshinchen. Al final, como siempre los zaragozanos pagaremos los platos rotos.