Recorrer a media mañana los alrededores del antiguo cuartel de Pontoneros en la calle Madre Rafols arroja al paseante la realidad de una zona de Zaragoza casi deshabitada. No hay viviendas, excepto las de la plaza José María Forqué y un bloque de pisos en la parte alta de Doctor Fleming. Y la casa central de la congregación de las Hermanas de Santa Ana frente a la fachada principal del antiguo recinto militar. Por detrás, el abandono se plasma en un solar, vallado, pero con un enorme agujero en la reja metálica, que permite el acceso sin ninguna dificultad.

En ese descampado se adivina el refugio de algún intruso, con un colchón apuntalado en un árbol. Y mucho descuido. El aire se impregna de ruina y el edificio, que data de 1789 y está catalogado desde el 2002 como Bien del Patrimonio cultural Aragonés, muestra su prolongada agonía.

Zona degradada/ El proyecto para convertir el antiguo cuartel de Pontoneros en un edificio con 61 viviendas y usos comunitarios sigue bloqueado. Serían pequeños pisos de 40 metros, con baño y cocina, y una amplia zona común con servicios de lavandería, salas de lectura o zonas de audiovisuales. Especialmente destinado a jóvenes o personas mayores.

Pero en el ayuntamiento son mayoría los partidos que piden no licitar su reconversión. Quienes no confían en poder recuperar la inversión que obligaría al consistorio a aportar más de un millón de euros, lo mismo que a Zaragoza Vivienda, que además debería solicitar un crédito de 4 millones de euros. Una hipoteca que lleva a otra, la de los vecinos de esta zona del Casco Histórico, que deberán esperar aún más para llenar este vacío urbano.

El PSOE alegó que la zona no está tan degradada y que, pese a ser un proyecto similar al que sí apoyó para Las Fuentes, Pontoneros no era una demanda tan histórica. «Es incomprensible pues es una de las zonas del casco viejo más deterioradas», afirma Nieves Boj, presidenta de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza (FABZ). Por las noches hay «prostitutas, chaperos y drogadictos y es una zona muy difícil de rehabilitar; en la plaza José María Forqué hicieron casas pero no se ha conseguido nada», asegura Maria Luisa Santafé, de la Asociación de Vecinos Conde Aranda-San Pablo Plaza Europa.

Restos de basura y peladuras de naranjas o botellas y latas vacías, salpican la calzada de la calle de la Palma, peatonal con salida a Escopetería y a la plaza José María Forqué. En el centro de esta, varios sin techo sentados en los bancos. Uno de ellos junto a su litrona, otros solo fuman y, en una esquina del césped, dos pares de zapatillas se secan al sol.

La hermana Enriqueta Alberola, superiora de la casa general de las Hermanas de Santa Ana, afirma que los sin techo no dan problemas pero alguna vez presuntos ladrones «han intentado entrar por el jardín de la parte trasera, en Doctor Fleming» y han tenido «un par de sustos», pero hay vigilancia y alarmas.

Y en verano, cuando están las ventanas abiertas, «se oye jaleo por las noches». La religiosa reconoce que «la Policía anda mucho por aquí y además el hecho que haya un vigilante en la cabina del edificio de la DGA disuade». Las prostitutas están «por la calle Pignatelli, desde la parte trasera de la iglesia de Santiago», explica. Aunque admite que «la degradación mayor es el estado desangelado, pues no hay gente viviendo. Esto no es un barrio. En cuanto anochece o los fines de semana, no hay nadie». Por eso «la idea de hacer viviendas sería buena para la zona, daría vida», añade.

También Boj asegura que el proyecto de rehabilitación actual es lo que se necesita la zona, «apartamentos pequeños para jóvenes que rejuvenecerían la zona, como en las ciudades europeas, que además hay déficit de ese tipo de alojamientos en Zaragoza». Aunque Santafé no cree que sea la mejor solución pues «la zona es intransitable. Yo a mi hija no le dejaría vivir allí», sentencia.

Tampoco hay comercios, «lo más cercano es el supermercado de la plaza Santo Domingo o ya en Conde Aranda». Por otra parte, los precios son caros: entre los 1.599 euros por metro cuadrado en el centro y los 1.322 el Casco Histórico. Por eso, «para los promotores no es atractivo, pues el entorno no atrae para comprar o alquilar», afirma Santafé. «Nosotros propusimos un centro cívico. Estamos de acuerdo con que se regenere la zona pero será difícil que desaparezca lo que hay por las noches, toda la prostitución y la droga».

En la esquina de Madre Rafols con Pignatelli hay una tienda de encuadernaciones. El único comercio en la calle. Su dueño, Jesús Pelegrín, afirma que antes había mucha actividad pero ahora cada vez hay menos: «Todo lo que atraiga gente daría vida, pero los pisos serían lo mejor». Junto a la tienda, en la esquina con La Palma, hay un bar cerrado. Explica Jesús que el dueño lo abrió porque se iban a hacer viviendas en Pontoneros, pero «ha cerrado, porque aquí no hay vida». De día, todo vacío. Y al anochecer «mejor ir en coche», añade Santafé.