El ajedrez ha sido el deporte triunfador de la pandemia (con permiso de la zumba extrema): permite pasar muchas horas de entretenimiento con mínimos requisitos materiales. El problema llega ahora: con la desescalada. Para participar en torneos hace falta cercanía entre los jugadores, manosear un buen número de piezas y devolver a las calles lo que se ha refugiado en las redes. Una situación a la que están dispuestos a afrontar con valentía los integrantes del Palacio Pioneros, la escuela de referencia en Zaragoza.

Entrar en la sede del club en el barrio de las Delicias tiene algo de viaje al pasado. El ambiente parece puramente analógico: tableros por todos los lados, muchos trofeos y una pared con los retratos de los campeones del mundo de la disciplina._Nombres que evocan realidades pasadas (Petrosian, Capablanca, Spassky); pero también celebridades del momento como el indio Anand o el noruego Carlsen. La pared de enfrente la han reservado para los retratos de sus propios campeones, que son muchos y con muchas ganas de mantener vivo el legado.

Aulas llenas

«El ajedrez vivo, el que se juega en la calle, está desapareciendo», reconoce el presiente del Palacio Pioneros, Luis Iglesias. Cita un dato: se calcula que durante la pandemia se jugaron en la red unos 200 millones de partidas. El nombre del club evoca las escuelas soviéticas en las que se formaron los grandes campeones hasta la llegada de Bobby Fischer. Ellos mismos juegan partidas en línea habitualmente y usan los ordenadores para dar las clases, pero siempre han tenido la voluntad de popularizar el juego en todos los aspectos.

Gran parte de este objetivo lo logran acudiendo a los colegios y los institutos a transmitir la fiebre (figurada) de los escaques, pues más de un millar de chavales participa todos los años en sus cursos de ajedrez educativo. Y en menor medida sacando los tableros al parque para jugar al aire libre. Este año tendrían que haber impulsado la última semana de mayo un centenar de partidas frente al centro cívico del parque Delicias, pero el coronavirus ha impedido la celebración del torneo. Y es una lástima, porque allí transmiten la tensión de una partida rápida o la intensidad de gestos, miradas y estrategias que propicia el combate de los peones.

En el parque

Daniel Romero y Pablo Palacios comenzaron en el juego gracias a la influencia de familiares. El deseo de imponerse a ellos hizo el resto y han acabado compitiendo en las máximas categorías. Aprovechando que este fin de semana se celebra el día internacional del deporte han acudido al parque Delicias donde gracias a la petición del club se instalaron mesas con tableros. La intención era evocar esas poderosas imágenes de los parques estadounidenses en los que se reúnen los vecinos alrededor de una partida._Una de ellas está ocupada por un grupo de jubilados que la usan como espacio de tertulia.

En pocos bares se pueden encontrar en la actualidad aficionados barruntando un enroque. La ilusión de muchos aficionados sería devolver el juego a las calles, algo que parece muy improbable. Palacios cuenta una anécdota de cuando se mudó a vivir a Pamplona y Bilbao: acudió a clubs de esas ciudades para practicar de forma presencial y le recomendaron que lo hiciera en las redes. «Nos da una envidia tremenda ver cómo lo viven en otros lugares, no podemos olvidar que lo que no se ven en la calle parece que no exista», señalan.

El ajedrez será un deporte, pero más de uno lo considera una de las bellas artes. Duchamp, Arrabal, Kubrik, todos ellos pasaron buena parte de su vida sentados delante de un tablero. Si hubieran pasado por Zaragoza podrían haber optado por uno de los tableros del parque Delicias. O donde quisieran. «Somos puristas, pero lo importante es que se monten partidas donde sea», zanja Iglesias.