Cuando Pablo tenga 55 años se encontrará con un regalo. Él no lo sabe todavía. Es que ni ha nacido. Espera su turno pataleando en la barriga de su madre. Para entonces Casa Olivar seguirá en la misma calle de Boltaña donde sus piedras resisten al paso del tiempo década tras década. Como lo hará esa cápsula donde Paula Tordesilla, su mamá, ha depositado una foto de esa misma casona familiar que acaban de reformar y donde, por suerte, alcanzó el confinamiento a los yayos, hijos del pueblo y emigrantes a Cataluña, como tantos, como ese montañés de Mermelada de moras de La Ronda.

Boltaña no se ha paralizado con la pandemia. Todo lo contrario. Esta población luchadora del Sobrarbe ha convertido este mal trago en una oportunidad para hacerse más fuerte. En mayo lanzaron la campaña de promoción Somos un pueblo, en la que participaron distintos artistas locales y que contó con un gran impacto viral en redes que ayudó a que los visitantes volvieran en verano sin sustos gracias a los protocolos y cuidados de los empresarios turísticos del municipio. «Estamos preparando otro vídeo. Cada vez hay más adeptos a Boltaña», indica Laura Velayos, una joven madrileña que aterrizó por allí hace tres años y está tan integrada que es la concejala de Turismo y Promoción.

La última iniciativa quiere perdurar, dejar huella en el futuro, cuando en 2075 se abra el deposito de objetos y emociones que durante esta semana han ido enviando los viejos, nuevos o emigrados pelaires. Recuerdos y mensajes positivos nacidos en medio de un virus malo del que quieren quedarse con lo bueno.

El sanitario agradecido

Como Sergio Chencho Soro. De marzo a mayo no paró por su casa de Sieste. Poco lo hace ahora. Es técnico de emergencias en el 061, e iba y venía al Hospital de Barbastro trasladando a los afectados que hubo en la zona, siempre cubierto con los aparatosos trajes de protección. Jornadas duras que tenían su recompensa a las 20:00 horas. «Mi compañero y yo decidimos salir a devolver los aplausos todos los días a los que salían a los balcones. Eso es lo que he metido en la cápsula, fotos que hicimos desde la ambulancia, esos buenos recuerdos. Cuando la abran quiero provocar la misma sonrisa que yo he tenido al hacer el collage, dice este sanitario cuyas palabras suenan a emoción cuando relata cómo los niños les regalaban galletas caseras como agradecimiento o cómo iban a felicitar el cumpleaños a los confinados desde su bulliciosa megafonía móvil.

La concejala de Cultura Sonia Orús ha sido la impulsora de esta cápsula del tiempo que quedará emplazada en la nueva Oficina de Turismo y antigua almazara, recuperada con los fondos del Proyecto Poctefa Dusal de cooperación transpirenaica. Varios contenedores físicos ubicados en distintos puntos de la localidad y una dirección de correo electrónico, para los que están lejos, han ido recibiendo estos objetos y momentos que han sido desinfectados a conciencia. Para que perduren en perfectas condiciones los 55 años que estarán encerrados se plantean distintas formas de conservación, física y digital.

Esta llamativa iniciativa quiso coincidir en el tiempo como homenaje con el Día Internacional del Niño, que se celebró ayer, en un guiño a los más pequeños, porvenir de Boltaña y que serán los que ya adultos destapen la cápsula en la fecha elegida.

Entre ellos estará Bruno, de tres años, que nunca olvidará esos 52 días en los que no pudo salir de su granja, ni cruzar esas tres calles que le separan de sus abuelos, ni ir de comprar, como tanto le gusta. «Hemos metido en un envase de cristal una foto de toda la familia, un poema corto, arena del río Ara, un dibujo del planeta que hice yo y coloreó él y las huellas de los tres con nuestros nombres que ha redactado él, porque aprendió a escribir en el confinamiento», recita su madre, Alicia Marín, una maña de Utebo que fue de vacaciones dos días a Boltaña y allí se quedó para siempre. «¡Ah! Y unas piedras de la casa de Jánovas que hemos rehabilitado este año», finaliza deseando llegar a la apertura del aparato, aunque sea con «gayata».

Bruno conoce a la perfección a Conchita. Ella se encargó de hacer que le llegarán sus libros de lectura esos meses de incertidumbre. Ese servicio a domicilio de la biblioteca fue un alivio para muchos encerrados en Boltaña. Como el cuentacuentos online o los cursos de manualidades para hacer marcapáginas. «He recopilado fotos de los niños y textos con sus impresiones, su angustias y miedos, para que perdure esta experiencia de vida», recita Conchita Puyol. Ahora mantiene abierto el servicio, pero con restricciones, desinfectando todas las devoluciones con una cuarentena de quince días, y apenada de no haber podido celebrar el día de las bibliotecas el pasado 24 de octubre «porque íbamos a hacer socios a todos los niños de Boltaña y del centro rural del Río Ara», afirma con pesadumbre.

Mejor y más grande

Boltaña es el segundo núcleo más poblado del Sobrarbe, aunque apenas roza los mil habitantes. La acogida a nuevos pobladores es uno de los objetivos de actual consistorio y se promueven acciones como esta para mostrar el carácter acogedor del territorio, el entorno o el nuevo polígono industrial, ganchos para aprovechar el efecto llamada que está provocando el mundo rural durante los avatares de la pandemia. El pasado mes de octubre se puso en marcha una bolsa de viviendas de alquiler que fue completada en apenas unas semanas.

¿Cómo será Boltaña en el 2075? La ilusión y positividad introducida en esa urna contagia a los vecinos en su lucha por mantener sus raíces y proyectarse en un destino vivo. «Que se conserve el pueblo como hasta ahora, moderno y lleno de vida, pero con más servicios», espera el sanitario Sergio Soro. «Creo que cuando abran la cápsula en Boltaña vivirá mucha más gente. Ojalá que seamos 5.000. Todo esto ha cambiado el concepto de la gente, que valora más la calidad de vida», asiente Conchita, la biliotecaria.

Ese deseo de crecimiento es compartido en el deseo de lo que traerá la apertura de la cápsula. «Tenemos mucha ilusión que Pablo siga vinculado al pueblo y pueda ver lo que nos contaba la abuela, cuando la plaza estaba llena de tiendas y artesanos y no como ahora que sólo quedan dos bares», recuerda la en breve mamá Paula Tordesilla. «Un municipio importante donde la gente venga a vivir. Y mejor comunicado», reivindica la concejal Laura Velayos, recordando la ausencia de presupuesto para completar el Eje Pirenenaico desde Boltaña a Fiscal. O como canta La Ronda: Con semillas del pasado siembras hoy el porvenir. ¡Aquí quiero vivir!