En la parábola clásica de Franz Kafka, el emperador está reunido con su corte disfrutando de sus bienes y serrallo cuando en el desierto campo de batalla abierto frente al palacio se perfila la silueta de un hombre. Es un guerrero, que ha decidido enfrentársele. El emperador se asoma a las almenas y lo ve. Es uno de sus soldados, uno solo, pero está armado, y desafiante, frente a él. Aunque no hay nadie a su lado, el emperador adivina en ese preciso momento que está perdido y que antes o después será derrocado.

Este simbólico relato me ha venido a la memoria al leer la entrevista que Antonio Ibáñez le hacía el martes en estas páginas a Fernando Heras, el único socialista, hasta ahora, que se ha presentado para disputarle las primarias al secretario general, y candidato oficialista, Javier Lambán.

En la entrevista, Heras habla sin tapujos sobre las dificultades que, sostiene, está encontrando para hacerse con el censo de militantes socialistas aragoneses y proceder a la consecución de avales suficientes para concursar. En la descripción de tales obstáculos, Heras alude a la existencia de organizaciones fantasmas, y a la supuesta práctica de afiliar militantes sin que ni tan siquiera los propios interesados sepan que han sido incorporados a la masa social de un partido. Censos irregulares, direcciones falsas, agrupaciones manipuladas... Alusiones, o imputaciones, ciertamente graves, que en nada, desde luego, de ser ciertas, contribuirían a mejorar la imagen del PSOE--Aragón de cara a las próximas citas electorales.

Para acabar de remachar la idea monolítica, casposa y caciquil que Heras parece tener sobre su propio partido, anuncia que no piensa dirigirse a las familias que tradicionalmente han controlado el partido durante los últimos veinte años. Cualquiera diría que estamos en Córcega o en Sicilia...

El perfil de Heras, exalcalde socialista de Monzón es, políticamente hablando, el de un francotirador. No un outsider, pues está dentro, pero sí un heterodoxo con audacia personal y métodos personales que le han dado buenos resultados hasta la fecha en cónclaves o elecciones menores.

A Lambán, como en el cuento de Kafka, se le ha rebelado un guerrero. Habrá que ver si la escena electoral da el salto metafísico y se convierte en parábola.